miércoles, 31 de octubre de 2007

Tierra de ciegos - Alejandro Gertz Manero



31 de octubre de 2007

Mientras en México no podemos ver ni la punta de nuestra nariz, y sólo nos ponemos de acuerdo para hacer el ridículo u organizar unos osos monumentales de los que no se salva ni el perico, desde el foro económico mundial nos mandaron un mensaje corrosivo que EL UNIVERSAL captó y el cual califica a nuestro país como una nación azotada por “la inseguridad, el elevado nivel de criminalidad, la presencia de monopolios públicos y privados, su burocracia y el bajo nivel educativo”, ubicándonos en materia de seguridad en el lugar 118 entre 131 países, entre los cuales solamente son peores Chad, Guyana, Nepal, Bangladesh, Kenya, Nigeria y otros por el estilo.

Al mismo tiempo que ese diagnóstico tan humillante y vergonzoso se hace público, la capacidad de autodenigrarnos, descalificarnos y exhibir las peores miserias de la conducta pública y privada son los temas que prevalecen, impidiendo que exista la mínima posibilidad de encontrar la fórmula que nos permita remontar esta crisis de instituciones, para entonces rescatar nuestros valores individuales y colectivos y el crecimiento de toda la comunidad, saliendo de ese atavismo que sólo tiene como puntos de unión el trinquete, el “valemadrismo” y la impunidad.

La razón fundamental para que esto pase es que seguimos empeñados en aferrarnos obsesivamente a un sistema esencialmente corrupto, que ya reventó desde hace muchos años y el cual creemos que todavía puede funcionar si cambia de administradores, cuando en realidad no es ahí donde está la crisis, sino en sus estructuras y en las bases que rigen la vida de los mexicanos; ya que es imposible aceptar que con leyes e instituciones que se crearon en el maximato hace casi 80 años, cuando el país no tenía más de 16 millones de habitantes, cuya inmensa mayoría eran campesinos y el analfabetismo llegaba casi a 62%, se puede manejar un país con 105 millones de habitantes, con 70% de población urbana y un nivel de analfabetismo que no llega ni a 8%.

El México histórico del partido dictatorial estaba encapsulado y apartado del mundo exterior, era autosuficiente en su alimentación e insumos y vivía en un paraíso terrenal diseñado por Lucifer disfrazado de Luzbel, en el que las riquezas nacionales eran más que suficientes para comprar la voluntad o para aplastar la inquietud de cualquiera que quisiera cuestionar a ese “infalible” sistema que “tronó” en cuanto el dinero ya no alcanzó para multiplicar las dietas y las “prestaciones” de nuestros azotes, y menos para satisfacer la rebatiña de los contratos de obra pública, cuya cobija ya no es suficiente para tanto prócer y junior insaciables.

En este México nuevo, la inmensa mayoría de la población está suficientemente informada para comprender lo que nos está pasando, y sobre todo lo que va a venir, como consecuencia de esta “cultura narca” del “santo malverde” y de su corte celestial de reinas, principitos, zetas y transas, que están dinamitando la convivencia nacional a través de su oligopolio del delito, que a imagen y semejanza de los grandes monopolios nacionales se adueña de la seguridad, de los bolsillos y de las vidas de todos los mexicanos.

En esas condiciones, los fomentos calientes, las curitas, las jaculatorias y las friegas de alcohol con mota no sirven para resolver ni en lo más mínimo los achaques profundos del sistema que estamos padeciendo, al cual deberíamos darle cristiana sepultura antes de que nos acabe “jalando las patas”, para arrastrarnos a todos a la fosa del fracaso y de la regresión.

editorial2003@terra.com.mx


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