martes, 25 de diciembre de 2007

“Extraño a mi viejo; ya festejaremos en el cielo”

Aquella mañana de mayo, ella, Paulina Ramón se despertó temprano. Le extrañó que Juan Rojas, su marido, siguiera dormido. Decidió dejarlo acostado en la cama, en realidad cartones sobrepuestos, pues, pensó, él estaba cansado. Además, en los últimos días no se había sentido bien.

La anciana salió de su casa, si así se le podía llamar a ese breve espacio de muros y techos de plástico en la calle Balderas, muy cerca de avenida Juárez. Como lo acostumbraba, barrió la banqueta, recogió la basura y la puso en un bote. Cuando retornó al lado de su esposo, se percató de que no se había movido. Le habló primero en voz baja, luego más fuerte. Lo agitó. Imposible. Él ya se había marchado.

“Pues sí, se me murió mi viejo. Yo no sé si de enfermedad, o de eso, de viejo que estaba como yo, o que de plano se cansó o se aburrió y prefirió largarse al cielo”, dice.

Paulina Ramón se ha quedado sola. Fueron muchos años los que vivió con Juan Rojas. Él había nacido en 1913, ella no sabe cuándo. Nunca tuvo papeles. Un amor que cobró vida en 1939 en Santa Rosa, municipio de El Oro, en el estado de México.

Era una muchacha bonita. Morena y de ojos verdes, menuda. Tenía muchos pretendientes. Él era minero. Todos los días se metía a las entrañas de la tierra, más de 200 metros.

“Además de prieto, y de que llevaba la cara renegrida, aquel, ya de por sí estaba feo. Pero supo tratarme bonito, supo engañarme, así me conquistó”, recuerda al tiempo que ofrece una mandarina de las que intenta vender.

El Oro. La cosecha era buena. Haba, frijol, maíz. Pero algo pasó, dejó de llover. Y dejaron de producir. En 1950, Paulina y Juan se vinieron a la ciudad de México. No conocían a nadie. Alquilaron un cuartito por el rumbo de San Lázaro y pusieron un puesto de frutas.

Nacieron los hijos. Crecieron. Uno se casó y se llevó a vivir a su esposa con sus padres. Se apropió del terreno que ellos habían comprado, los corrió.

“Pero yo lo sigo diciendo, nunca le guardamos rencor. Lo perdoné. Es un cabrón pero es mi hijo. Y le pido a Dios que sus hijos no le hagan lo mismo”, dice.

Una larga historia. Ella y él consiguieron en renta otro pequeño cuarto en una casa que a los pocos meses se derrumbó de lo vieja que estaba. Y llegaron a la plaza de la Solidaridad. Ahí instalaron otro puesto. Y una noche se quedaron a dormir entre los plásticos y cartones. Y siguió otra, y otra. Ahí permanecieron. Ese era su hogar. Eran vecinos de una de las obras magnas de Diego Rivera: Sueño de una tarde dominical en la Alameda. Y tenían a sus amigos, la gente que todos los días va a jugar ajedrez.

Y por ahí pasaba la mujer que por las noches alquilaba su cuerpo. En una Navidad les regaló un pollo rostizado.

Ella, él, su historia. Y ahí continuaron. Juntos. Ahí pasaron más noches. Ahí compartieron sus recuerdos de esas tierras que alguna vez fueron pródigas. Hasta que una mañana de mayo ella despertó pero él ya no.

“Poco después me corrieron. Y ya no hubo quien me defendiera. Ahora ya estoy por Neza. Ahí me prestaron un pedacito de aire y de piso, y yo le puse mis plásticos” dice Paulina.

Y la noche de este lunes será la primera en mucho tiempo en la que no esté con él. No sabe si tendrá cena. No le importa. “Sí, extraño a mi viejo. Me va a hacer mucha falta. Quien quita y una mañana me quede dormida para siempre. Y entonces sí, para el año que entra hacemos la Navidad juntos en un cuartito allá en el cielo”.

martes, 11 de diciembre de 2007

La promesa - Rosarrio Ibarra




Muy temprano en la mañana del día 8, sentada en mi modesta sala, rodeada por la semipenumbra del amanecer, pensaba en mi madre. Era el día de su santo y no pude viajar a Monterrey a dejar unas flores sobre su tumba, como en otros años lo he hecho, porque múltiples tareas me lo impidieron... Una enorme tristeza se aposentó en mi mente, me resigné a quedarme y fui repasando una a una las quejas de amargura infinita que había recibido durante la semana y que, como parte de mi trabajo, estaba obligada a atender.

Una vez terminada la lectura de aquellas acerbas misivas, cuando los rayos tempraneros del sol dibujaban arabescos en la alfombra, alcé la vista para recorrer las fotografías que enriquecen las paredes de mi casa: mis padres, mis hijos y mis nietos, mis abuelos también, entre los que destaca mi abuela Adelaida, la única que conocí y a la que quise tanto...

En esa colección maravillosa de los que quiero hay fotografías recientes y otras muchas de antaño, desvaídas, pero cargadas de recuerdos de afecto a compañeros y amigos entrañables. Se detuvo mi vista en una que —si mal no recuerdo— fue tomada en 1936, en la que me veo de nueve años, al lado de la maestra de declamación, junto a niñas y jóvenes con bellos atuendos, serias y solemnes, y se fue mi memoria a aquella mañana de primavera en Monterrey, cuando, en recuerdo de un recital, la maestra María Garza nos llevó a que se tomara esa fotografía. Y vaya si sirvió para guardarlo en la memoria... nunca he olvidado a ninguna, recuerdo todos sus nombres y apellidos con un sentimiento lleno de ternura.

Entre todas se alzó el recuerdo de Irma Salinas Rocha, que debe haber tenido en esa fecha 15 años y a quien yo, desde mi minúscula humanidad, solía ver como una muñeca gigantesca. Aunque la foto es en blanco y negro, recuerdo su vestido de encaje color verde Nilo, su cabello rubio ensortijado y sus grandes ojos que se me antojaban canicas de vidrio. ¡Cómo reía muchos años después cuando le platicaba todo esto!

La pasada mañana del día 8, pensé mucho en ella porque uno de sus nietos me dijo hace poco que estaba enferma y hoy que escribo estas líneas me enteré de que esa mañana en la que tanto la recordé murió... ¡Adiós, amiga! Adiós, admirada, respetada y querida amiga. Hoy he recordado mucho de lo que hablamos y compartimos. Recordé el día en que me dijiste que te sentiste emocionada por lo que escribí cuando murió el ingeniero Clouthier y me pediste que escribiera también cuando murieras. Te dije que sí, pero que si yo me iba primero, tu escribirías en mi memoria... “¡Sale!” —dijiste— y sellamos la promesa con un abrazo.

Partiste antes que yo por ese sendero que no tiene retorno, pero dejaste huellas que no se borran. Dejas el recuerdo de tu belleza interior que superaba la que por fuera los años respetaron. Contagiabas tu alegría de vivir; repartías el don de tu sencillez y prodigabas solidaridad a manos llenas. Como todo ser humano bello y generoso, despertaste envidias, incomprensiones y recelos.

Hubo quienes no entendieron que tenías el espíritu libre de ataduras y convencionalismos.. ¡Dichosa tú que fuiste así! Pobres mediocres los que no pueden serlo. Amaste a tus hijos por sobre todas las cosas y comprendiste mi pena cuando me arrebataron al mío. Aunque no nos viéramos seguido, tu amistad se mantenía firme, sabías muy bien que el cariño no muere en la lejanía como no pocos piensan.

Fuiste de las primeras en llegar a verme cuando murió mi esposo y aun en ese triste momento compartimos la alegría de vernos juntas, porque ambas sabemos que la muerte para algunos es el olvido, pero que para nosotras es el recuerdo de las alegrías que sepamos sembrar y de la prodigalidad de nuestras buenas acciones. Allí, ella me dijo que mi esposo, ella lo sabía, era un buen médico y mejor ser humano... No se equivocaba; por eso, aun allí, pudimos sentir alegría.

Hoy, igual que entonces, se ha ido disipando mi tristeza porque estoy segura de que tu bondad llenará tu ausencia de amables recuerdos. Tu memoria permanecerá altiva y enhiesta como el cerro de la Silla o la cordillera de la Sierra Madre que tanto amaste... y quiero que sepan tú y los que te aman que estas mal pergeñadas palabras brotan del raudal de recuerdos amables de nuestra amistad y no lo hago por la promesa.


Powered by ScribeFire.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Cinco lustros después…




Cinco lustros después se abre el telón sobre los secretos guardados bajo siete llaves en torno a la nacionalización, estatización o expropiación de la banca comercial privada, anunciada a golpe de lágrima durante el sexto informe del ex presidente José López Portillo

Se sabe, por ejemplo, que en el preámbulo del golpazo en la mesa, el ex Ejecutivo intentó desnudar a los sacadólares cuya acción corrosiva provocaba una y otra devaluaciones, topándose con la sorpresa de que la mayoría eran políticos. Más aún, integrantes de su gabinete.

“Esta relación —recuerda Gustavo Romero Kolbeck, quien fuera director general del Banco de México en los aciagos meses de 1982— contenía una larga lista de personas, algunas bien conocidas en el medio político, lo que detonó el enojo del mandatario…”

En el clímax de la ira, el ex mandatario conocido como Jolopo sentenciaría: “Va usted a ver que nos las van a pagar, y usted será el que les pida cuentas”.

Lo interesante del caso es que habiéndole pedido el gobierno los nombres a los banqueros Agustín F. Legorreta y Manuel Espinosa Yglesias, a contrapelo del secreto bancario, el único que accedió a regañadientes, fue éste, a lo sazón presidente de Bancomer.

La condición fue que la lista la recogiera de su escritorio algún funcionario de la Comisión Nacional Bancaria… en su ausencia.

Más adelante –señala el mismo Romero Kolbeck-, López Portillo intentaría lo inaudito: ¡revaluar 50% al peso!, en un escenario en que Alfredo Phillips Olmedo planteaba dos saltos hacia atrás de 25% cada uno.

La instrucción fue desoída por el funcionario, lo que le costó la chamba: “No, muy mal, mire Gustavo, así no me sirve usted para nada”.

En el escenario de crispaciones que vivía el país, recuerda el entonces presidente de la Coparmex, José María Basagoiti, en una ocasión López Portillo citó al pleno de la dirigencia empresarial en el salón López Mateos de Los Pinos, lanzándoles una filípica de antología. Los calificativos volaban en las paredes.

Al término del evento, el Estado Mayor Presidencial les comunicó a los principales líderes el deseo del Presidente de la República de verlos en su despacho, donde los aguardaba un López Portillo diametralmente opuesto, se diría sonriente.

Basagoiti salió al paso: —Señor presidente, ¿usted cree que después de cómo se ha dirigido a nosotros nos quede algo de liderazgo?”.

—¿Pues yo qué dije?

El caso es que el Ejecutivo mandó traer la versión estenográfica de su discurso para recordar lo dicho… mandando censurar la versión oficial. En el camino, el ex director general del Bank of America, José Carral, recuerda que un grupo de accionistas de Bancomer le ofreció a éste venderle la intermediaria. Más aún, había una carta manuscrita de Manuel Espinosa Yglesias dirigida al presidente de la instancia estadounidense con larga presencia en México, Tom Closen, quien llevó el asunto al Consejo de Administración.

De haberse dado la operación Bancomer se habría salvado de la nacionalización. El hecho es que en una asamblea extraordinaria el Bank of America rechazaría la posibilidad, pese a la opinión favorable de su presidente.

Lo inaudito del asunto es que el primero de septiembre de 1982, cuando llegó aquella famosa frase de “ya nos saquearon; no nos volverán a saquear”, el presidente de Banamex, Agustín F. Legorreta Chauvet no estaba en México.

Lo había enviado, ¡válgame Dios!, el presidente José López Portillo a los principales centros financieros de Nueva York, Londres, París, Frankfourt, ¡para semblantear la posibilidad de una posible moratoria de la deuda!

“En esos días –recuerda el banquero-, jamás me había imaginado la maquinación que llevaban a cabo José Andrés De Oteyza y Carlos Tello Macías con los López Portillo, padre e hijo…”.

Ahora que en la víspera del día D tampoco sabía nada el entonces secretario de Hacienda, Jesús Silva-Herzog.

“El lunes 30 de agosto se celebró el quinto aniversario del Banco Obrero. Me senté a la derecha del señor presidente. Lo encontraba de muy buen humor. Se le veía descansado. Fue cordial conmigo. Salí desconcertado. Me fui con la idea de que no habría nacionalización”.

“La razón por la cual López Portillo no involucró a otros miembros de su gabinete —recuerda a su vez José Ramón López Portillo—, fue que muchos de ellos anteriormente habían ocultado y falseado información e, incluso, habían actuado sin el conocimiento del Presidente. Éste perdió la confianza en ellos”.

Consumado el golpe de fuerza, recuerda el ex presidente Miguel De la Madrid Hurtado, la iniciativa privada empezó a promover un acercamiento real con el PAN, entregándole a ese partido mensualidades de 12 millones de pesos.

“También —agrega— están usando el amarillismo como forma alternativa de ataque, exagerando los problemas de seguridad o la guerra declarada contra los ex funcionarios, concretamente contra López Portillo y sus allegados”.

Las versiones de los protagonistas del episodio que para algunos abrió un parteaguas en el país, están en un libro que se presenta esta mañana en un hotel capitalino: “La nacionalización de la banca, 25 años después”.

El patrocinio de la obra en dos tomos fue del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, que encabeza Amparo Espinosa Rugacía.

Las telas y entretelas del poder en un capítulo aún polémico.


Powered by ScribeFire.

martes, 20 de noviembre de 2007

Rumbo al Cenenario del engaño - Macario Schettino




Celebramos mañana 97 años del le-vantamiento de Francisco I. Madero. Es la fecha oficial para recordar eso que llamamos Revolución Mexicana, algo que ocurrió a partir del 20 de noviembre de 1910. En nuestra mitología oficial, se trató de un movimiento del pueblo en contra de sus explotadores, extranjeros muchos de ellos, y de su testaferro y abominable dictador, Porfirio Díaz. Obreros y campesinos, unidos, dirigidos por prohombres como Francisco Villa, Emiliano Zapata, Álvaro Obregón y Venustiano Carranza, lograron terminar la obra iniciada por Madero y sentaron las bases para que, un cuarto de siglo después, Lázaro Cárdenas llevara al clímax este proceso de liberación, nacionalizando la industria petrolera.

En los 50 años que siguieron a esa fecha gloriosa, sin embargo, algo no resultó como debiera. Aunque la retórica oficial siguió siendo la misma, nunca se reflejó en hechos. Ni hubo un presupuesto importante destinado a mejorar la situación de la mayoría de los mexicanos, ni se construyó infraestructura excepcional. No ocurrió nada. Al cerrar el siglo XX, México no había crecido más que el resto del mundo, no habíamos mejorado nuestros indicadores sociales más que el promedio de América Latina, y no teníamos un país de ciudadanos.

Estamos frente a uno de los mayores engaños de la historia, sin duda. La Revolución Mexicana, así como la describía la mitología oficial, jamás ocurrió. No hubo obreros, ni campesinos en las revueltas, por muchos años. No se trató de un levantamiento general contra nadie en particular. Cuando Díaz renuncia a la Presidencia, se rompen las estructuras que dependían de él para mantener el control político, y cientos y miles de pequeñas venganzas, de conflictos personales, de simple bandolerismo, producen lo que entonces se llamó la bola, y años después la Revolución Mexicana.

La interpretación del desorden que siguió a la salida de Díaz, que da un carácter heroico a la guerra civil, inicia con el gobierno de Obregón y culmina con Lázaro Cárdenas. Se construye una explicación que da a los gobiernos emanados de la Revolución una legitimidad basada en su carácter de vanguardia popular. El Nacionalismo Revolucionario, enseñado a las mayorías gracias a los muralistas y artistas gráficos, se convierte en la creencia básica de los mexicanos. Cualquier duda o crítica es rápidamente calificada de reaccionaria y descalificada. Como ocurriría años después en otras partes, “dentro de la Revolución, todo; fuera de la Revolución, nada”.

Hoy sabemos que no hubo crisis económica antes de la Revolución, sino como resultado de ella. Sabemos que los obreros no fueron partícipes de la Revolución, aunque la aprovecharon para lograr avances laborales. Sabemos que las revueltas agrarias son un efecto de la Revolución, no su causa. Lo que hoy sabemos destruye el mito del porfiriato al mismo tiempo que el de la Revolución. Porque si ésta no tuvo sentido, entonces el otro no fue tan malo.

Aprovechar el centenario para destruir el mito de la Revolución puede ser muy provechoso para México. Buena parte de las decisiones que debemos tomar como país en estos días se detienen porque van contra ese conjunto de creencias. Nuestra idea del país está seriamente dañada con el mito revolucionario. Queremos seguir creyendo que la Revolución hizo bien al país, cuando no fue así. El costo del periodo violento, pero sobre todo el costo del régimen anacrónico que resultó, puede significar hasta tres veces el ingreso que hoy tenemos. Durante el porfiriato, México tenía un ingreso por habitante mayor que Japón, y crecía más. Al final del siglo XX, el ingreso por habitante en Japón es cuatro veces mayor. Eso costó, y sigue costando, la colección de mitos que nos impide modernizarnos.

El siglo pasado, aprendimos en la escuela no lo que necesitábamos para competir, sino los mitos que el régimen necesitaba para sostenerse. Construimos una sociedad que no generaba riqueza, sino que sólo la distribuía, también para sostener a ese régimen. Si hoy nos acabamos el petróleo, si hoy tenemos prebendas sindicales impagables, si tenemos un esquema fiscal insostenible, si nuestros hijos no pueden hacer nada más que “seguir instrucciones simples”, se lo debemos a la Revolución.

El centenario no debe ser un festejo, sino una liberación. Liberarnos del mito nos permitirá construir un país democrático, competitivo y justo.


Powered by ScribeFire.

El futuro de AMLO - Leonardo Curzio




AMLO es un buen lector de temas políticos y sabe que la gran enseñanza de Churchill es que siempre hay vida después de las grandes crisis y que una vez que se serenen los ánimos, se hagan algunas modificaciones (Churchill cambió varias veces de partido a lo largo de su trayectoria) y el contexto vuelva a ser propicio, un político al que se daba por muerto, puede resurgir. AMLO ha pasado el peor año de su vida. Tras perder las elecciones no ha encontrado consuelo ni ubicación; sus decisiones han sido polémicas y su negativa a aceptar su propia responsabilidad en su derrota lo han llevado a circular por la ruta del autoengaño y ha preferido seguir nutriendo la mitología del fraude, ahora hasta en las pantallas del cine, en lugar de aceptar que las elecciones fueron en efecto un asco al que él mismo contribuyó con singular dedicación.

Sus partidarios pasan como sobre ascuas sobre las elecciones en el DF, que no pasan una prueba de pureza, su gasto en televisión con programa propio incluido, su apoyo a la ley Televisa y sus alianzas con sectores que despiertan la más amplia desconfianza, son cosas que le restan autoridad moral para formarse en la fila de los puros. Su lugar está en la fila de los que deben entonar la autocrítica y aportar soluciones.

No veo cómo rodearse de un séquito de politicastros que practican el mexicanísimo servilismo (magníficamente descrito en una novela de Álvaro Uribe sobre el atentado a Porfirio Díaz) pueda considerase algo benéfico para un líder que quiere cambiar el país. AMLO sabe, y lo sabe bien, que hoy representa un problema para un sector importante de su partido y especialmente para Marcelo Ebrard al que se empeña en presentar como su subordinado, como en su momento lo hizo con Alejandro Encinas, un político con un talante conciliador y afable, a quien restó autoridad en su función de jefe de Gobierno. Disminuir la fuerza de sus mejores hombres para reforzar la noroñización de la izquierda es dramático. La izquierda necesita más Ebrard y más Encinas y menos sospechosas alianzas con radicales irredentos.

El tabasqueño no ignora que las horas bajas de hoy pueden ser las horas altas del mañana, que los buenos números de Calderón algún día cambiarán y que él puede estar allí esperando para atrapar a los “desencantados”. El punto débil de su estrategia, me parece, es que su apuesta principal es que al país le vaya mal y ese es un grave error. En Tabasco habrá que ver cómo quedan las cuentas, pero es difícil —incluso a sus más leales— negar que pretenda lucrar políticamente con la desgracia. Por otro lado, mientras más duro se plantee el escenario económico, la izquierda reduce paradójicamente sus posibilidades de llegar al poder por la enorme desconfianza que supone su manejo económico y su cada vez peor disimulado prejuicio antiempresarial. ¡Qué alto se está poniendo a sí mismo el listón para regresar al centro político y presentarse como un reformista proclive a proteger a los más débiles!

No creo que AMLO sea un vividor de la política. Cree firmemente en sus ideas, pero no se ha percatado de que desde hace más de dos años es otro. Ha cambiado tanto de talante, formas y actitud que su firmeza se emparentó con la obstinación. El agudo político que algún día fue no ha vuelto, su personalidad sigue dominada por el veleidoso líder electoral que se mostró entre el 2005 y 2006. Yo creo que AMLO se merece un reencuentro consigo mismo, pero mientras esté rodeado de serviles y oportunistas veo difícil que el tabasqueño comprometido con su país, exorcice al presidente que no es.


Powered by ScribeFire.

martes, 13 de noviembre de 2007

Tabasco: vuelve la guerra AMLO-Calderón


Sin dejar de lado las acusaciones contra ex gobernadores del PRI, como
Roberto Madrazo y Manuel Andrade, las baterías perredistas estarán más
enfocadas a movilizar a los tabasqueños contra dependencias federales

La
tragedia de Tabasco será el pretexto para que dos conocidos enemigos se
enfrenten de nuevo en la batalla política. Conforme desciende el nivel
de las aguas, junto a toda la podredumbre, el lucro político sale a
flote entre los saldos de la inundación. Y la figura de Andrés Manuel
López Obrador aparecerá en escena para encabezar una movilización
popular que buscará ajustar cuentas al gobierno de Felipe Calderón y
exigir castigo a los responsables de que la vida de muchos tabasqueños
se haya arruinado.

Viene la contabilidad de los platos
rotos y el PRD, azuzado por AMLO, decidió irse “con todo” sobre
Tabasco. Ayer iniciaron una operación política en el estado que busca
encabezar los reclamos populares para que se investigue si hubo fallas
y negligencias detrás del desastre y se finque responsabilidad civil a
los culpables. La decisión la tomó el fin de semana la cúpula nacional
perredista y, según afirman, en este lance hasta Los Chuchos
—adversarios internos de López Obrador en la disputa por el partido—
apoyarán la que se definió como “una causa de partido”.

A
diferencia de su desafortunada aparición del 4 de noviembre, donde
calculó mal los tiempos y se lanzó solo, López Obrador lleva ahora toda
una batería perredista y una estrategia enfocada a exigirle al gobierno
federal que responda con indemnizaciones a la inmensa mayoría de
tabasqueños que perdieron su patrimonio y no tienen un seguro que los
cubra.

Sin dejar de lado las acusaciones contra ex
gobernadores del PRI, como Roberto Madrazo y Manuel Andrade, las
baterías perredistas estarán más enfocadas a movilizar a los
tabasqueños contra dependencias federales como Pemex, la Comisión
Federal de Electricidad, Conagua y otras. Los argumentos irán desde la
incompleta realización de obras hidráulicas hasta el manejo
irresponsable de caudales en la cuenca del Grijalva o el incumplimiento
de compromisos ambientales por paraestatales.

El cálculo
de López Obrador se basa en datos que arrojan las encuestas: en Tabasco
el único que sale bien librado en la evaluación popular tras la
tragedia es el gobernador Andrés Granier. En el caso del presidente
Calderón, aun con el despliegue humano y de recursos de su gobierno y
de la constante promoción del apoyo a los tabasqueños, las encuestas no
muestran un repunte de la imagen presidencial, que no capitaliza aún su
intervención oportuna en la tragedia.

Los perredistas
encabezados por AMLO iniciaron ayer mismo las protestas con una
manifestación en las afueras del Congreso local tabasqueño, adonde el
gobernador Granier acudió a entregar su primer informe de gobierno.

El
esquema de movilización repetirá las experiencias de organización de
víctimas que se ha dado en otras tragedias. Desde el sismo de 1985 en
la ciudad de México, que permitió el surgimiento de figuras perredistas
como René Bejarano y Dolores Padierna, hasta las explosiones del
drenaje en Guadalajara en 1992, donde ya actuó el PRD y algunos
dirigentes de las víctimas hoy son cuadros perredistas.

Uno
de los argumentos que explotará la estrategia del PRD es el contraste
entre la respuesta que el gobierno federal dio a las afectaciones del
huracán Wilma en Cancún, en octubre de 2005, y la atención en Tabasco,
donde el flujo de recursos y la rapidez de las dependencias federales
para restablecer servicios básicos no ha sido la misma. Para eso, los
perredistas aprovecharán la vinculación entre ambos lugares porque
parte de la migración de los tabasqueños se da hacia Cancún.

Un
factor que hace la diferencia, y no depende del gobierno, es que en el
destino turístico el pronto restablecimiento de la normalidad tuvo que
ver también con la amplia cobertura de seguros contratados en hoteles y
negocios que llegaba a 80% de los afectados, mientras en Tabasco la
cifra de asegurados apenas alcanza a 20%.

En el fondo, en
Tabasco veremos sólo una reedición de la guerra entre el presidente
Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador. Porque si bien Calderón
actuó a tiempo y demostró sensibilidad en Tabasco, también es claro que
además de la magnitud de la desgracia, en la actuación presidencial
había un cálculo secundario: legitimar al titular del Ejecutivo en la
tierra de AMLO y lograr algo así como una “expropiación política”.

Calderón
ha dicho que Tabasco y Villahermosa serán reconstruidos “cueste lo que
cueste”. Más vale que su gobierno se prepare con recursos
extraordinarios y vaya etiquetando sus millonarios excedentes
petroleros; porque con la dimensión de las pérdidas y la agitación
social que encabezará su enemigo político, podría no haber fondo que
alcance.

Ya empezaron a bajar las aguas en Tabasco. Y con
la podredumbre, entre las culebras y demás fauna nociva que amenaza a
los habitantes, vienen los políticos y sus batallas.

Notas
indiscretas... Todavía no cumple ni dos meses en el cargo y Agustín
Basave ya logró descomponer los avances y la marcha que traía la
comisión ejecutiva para la reforma del Estado (CENCA). El ritmo que
traía ese organismo con la aprobación de la reforma electoral se ha
frenado porque la secretaría técnica que encabeza Basave descuida la
operación política, el cabildeo y la comunicación entre partidos. Una
prueba se dio el miércoles de la semana pasada, al reunirse el grupo de
trabajo que analiza la reforma judicial. Las diferencias entre
diputados, senadores y asesores surgieron por la redacción del acta de
la sesión anterior y terminaron por reproches, acusaciones y quejas
entre priístas, panistas y perredistas. Porfirio Muñoz Ledo y Emilio
Rabasa, asesores de la CENCA, le reclamaron a César Camacho, presidente
del grupo, por el contenido del acta y a partir de ahí todo fueron
desencuentros. Camacho se molestó y le dio instrucciones a Basave para
que cuidara la redacción de las actas de acuerdo con la versión
estenográfica. Luego vino el senador Alejandro González Alcocer, quien
se quejó de ataques de los diputados a su trabajo. Los enfrentamientos
y desacuerdos en la CENCA reflejan la falta de información previa y
cabildeo entre los legisladores, que debiera hacer Basave en vez de
estar preocupado por ocupar las plazas y contratar a sus amigos. Tal
vez por eso hace unos días a Agustín se le vio desayunando con José
Woldenberg, a quien debió pedirle consejo. Pero por lo que se ve poco
caso le ha hecho… Con el ex senador Manuel Bartlett a la cabeza,
empieza a tomar forma la “resistencia” en el PRI a una iniciativa de
Calderón que plantea la privatización en Pemex y la CFE. Un amplio
grupo de priístas ex legisladores, han tenido reuniones en las que se
acusa a Manlio Fabio Beltrones y a Francisco Labastida de que “están
coqueteando con la propuesta privatizadora de Calderón”… Capicúa de los
dados. Cayó la primera serpiente.



Powered by ScribeFire.

Ganan Calderón y Cárdenas




El gobierno entendió que a partir de Michoacán podría ser reconocido por un sector del perredismo

La corriente de ‘los chuchos’ arrebató a Andrés Manuel López Obrador el control de esa entidad

Las
victorias o las derrotas electo- rales no siempre suelen ser victorias
o derrotas políticas. Hay ocasiones en que una derrota electoral se
convierte en una victoria política, sobre todo cuando lo que está en
juego va más allá de la fuente de poder que se pelea en las urnas.

Y
ese parece ser el caso de las elecciones que se llevaron a cabo en
Michoacán el pasado domingo, en donde si bien los tres grandes partidos
nacionales disputaron el gobierno estatal, las 118 alcaldías y el
Congreso local, por lo menos dos de ellos —el PAN y el PRD— se jugaban
muchas otras cartas, políticamente más valiosas, que se entreveraron en
esa muy peculiar elección. ¿Cuáles eran las cartas de uno y otro
partidos?

En el primer caso, el del PAN, está claro que resultaba
apetitoso obtener una victoria electoral en el simbólico estado donde
nació la izquierda mexicana de hoy, además de que Michoacán es el
terruño del presidente Calderón y del futuro presidente de Acción
Nacional, Germán Martínez Cázares. También es cierto que por esas y
otras razones eran propicias las condiciones político-electorales para
que los azules se alzaran con un triunfo que habría sido histórico, por
todo el simbolismo que encierra la cuna del PRD.

Pero resulta que
en la casa presidencial y en la entrante dirigencia del PAN las
prioridades eran otras, de mucho mayor valor político que un gobierno
de cuatro años, algunas alcaldías y posiciones en el Congreso local.
Entre esas prioridades destaca una que, para el gobierno de Calderón,
está entre sus mayores preocupaciones: la gobernabilidad, entendida
como la aceptación legal y legitimación de su gobierno por parte de
todas las instituciones políticas del Estado mexicano; por los
partidos, pues.

Todos saben que luego de julio de 2006, el PRD y
sobre todo su entonces líder principal regatearon legalidad y
legitimidad al gobierno de Calderón, al grado de poner en riesgo
precisamente la gobernabilidad, la capacidad del nuevo gobierno para
alcanzar consensos que se traduzcan en una gestión eficaz. De esa
manera, más que una victoria electoral en Michoacán, el gobierno de
Calderón entendió que a partir de ese proceso electoral tenía muchas
posibilidades de ser reconocido, en los hechos, por un importante
sector del PRD, especialmente aquel que se acredita como fundador de
los amarillos.

En sentido contrario, si Calderón y el PAN se
hubiesen empeñado en ganar Michoacán a toda costa —y hasta como suponen
algunos ingenuos, con el despliegue del magisterio—, lo único que
habría conseguido sería la unificación del PRD, de los liderazgos de
Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas, lo que a la postre
habría reavivado la polarización entre la derecha y la izquierda con
resultados fatales para el gobierno de Calderón, ya que estaría latente
el fantasma de la ingobernabilidad. Por eso, una vez iniciadas las
campañas electorales, los estrategas de Los Pinos le apostaron al muy
coloquial pero eficaz “divide y vencerás”.

Así, se enviaron los
mensajes pertinentes, muchos de ellos públicos, de que el PAN
michoacano combatiría con todo la intromisión de López Obrador en ese
proceso electoral, pero “anclaría” a su candidato al gobierno estatal
si el tabasqueño era relegado. En pocas palabras, que el PAN estaba
dispuesto a un acuerdo político —modalidad de las cuestionadas
concertacesiones que tanto cuestionó la izquierda en torno de los
acuerdos PRI-PAN—, para dejar libre el camino al PRD michoacano
identificado con los Cárdenas. ¿A cambio de qué sería ese acuerdo? De
lo que todos vimos, leímos y escuchamos: del reconocimiento público de
la legalidad del gobierno de Calderón, por un lado, y de potenciales
acuerdos legislativos, por el otro.

Esa negociación —que se dio a
la vista de todos y que no puede ser negada por todo político que se
asuma como serio— a la postre radicalizó la confrontación entre el
grupo hegemónico del PRD, Nueva Izquierda, con el de AMLO, los que
casualmente pelean por la dirigencia del partido.

Pero el asunto
va mucho más lejos —a pesar de que en una burda maniobra de control de
daños el senador Carlos Navarrete insista en que la ausencia de AMLO en
la campaña de Leonel Godoy fue parte de una estrategia pactada, más que
una división y menos un choque—, si se toma en cuenta precisamente la
trascendencia de los comicios michoacanos, y que son una escala
obligada por la que transitará la elección del nuevo presidente del
PRD. Es decir, en Michoacán se dio la primera señal de la encrucijada
de caminos a la que se enfrentarán los amarillos en los meses y años
por venir. Y es que hasta el más desmemoriado sabe de la feroz guerra
que por la dirigencia de los amarillos libran Nueva Izquierda y AMLO.

De
esa manera, y ante la posibilidad de que el PAN se alzara con el
triunfo en Michoacán, el candidato Leonel Godoy debió refugiarse en el
cardenismo —corriente a la que traicionó al aliarse a López Obrador,
quien lo impulsó contra el propio candidato de Cárdenas—, y estaba
obligado a desprenderse del lastre en que se ha convertido AMLO. Y
Godoy hizo lo que tenía que hacer para ganar el gobierno michoacano,
incluso reconocer de manera pública la legalidad del gobierno de
Calderón.

Pero esa estrategia ganadora dio como resultado otra
mutación política entre los amarillos, que pudiera ser fundamental para
el grupo de Nueva Izquierda. Resulta que en el periplo michoacano Los
Chuchos se aliaron de manera temporal con la dinastía Cárdenas, con lo
que no sólo le arrebataron a López Obrador el control de esa entidad,
sino que metieron a los propios Cárdenas a la pelea por la dirigencia
del PRD, y hasta garantizaron un lugar de esa dinastía en la lucha
presidencial de 2012. Por eso resulta de risa, y hasta ofende al
sentido común, que en una poco eficaz maniobra de control de daños,
algunos perredistas insistan en que la ausencia de AMLO en Michoacán
fue pactada como un movimiento estratégico. Por más vueltas que le den
al asunto, en el fondo un sector del PRD participó en una moderna
versión de las concertacesiones.

Y al final de cuentas lo cierto
es que los dos grandes ganadores del proceso electoral michoacano son,
por un lado, el presidente Calderón, que desactivó la beligerancia de
un importante sector de sus adversarios políticos, consiguió
importantes márgenes de gobernabilidad y de potenciales acuerdos en el
Congreso, y por el otro el clan de los Cárdenas.



Powered by ScribeFire.

lunes, 12 de noviembre de 2007

César Balsa - Jacobo Zabludovsky

César Balsa



Rara vez se sabe el instante en que nace una amistad. No se registra con la precisión de los nacimientos o las muertes.

Casi
nunca hay una hora exacta, día, mes o año que fije en el tiempo el
origen del nudo entre dos amigos. Mucho menos guarda la memoria los
motivos o razones que llevaron a dos desconocidos a unirse con un lazo
de afecto distinto al familiar, erótico o romántico.

La amistad
suele nacer de manera inesperada, en lugares insólitos, en
circunstancias desconcertantes. Un perrito sirvió a Chejov para ligar a
una dama con un caballero afortunado. No son necesarios más ejemplos
cuando se recuerda la amistad de un hidalgo con locura de desfacedor de
entuertos y su pobre vecino analfabeta habilitado de escudero. Hay
mucho de misterio y de química en el encuentro de dos personas y una
suerte de lotería cuando se convierte en amistad como interminable
apretón de manos.

Nos conocimos en diciembre de 1954 cuando entré
al Focolare. “Yo soy César Balsa, ¿me puede dar cinco minutos?”. Una
sorpresa para mí, periodista principiante ante un hombre que labraba ya
la leyenda de su vida. César había sido botones en el hotel Ritz de
Barcelona y llegado peldaño a peldaño a la gerencia del Palace de
Madrid. Allá lo encontró don Manuel Suárez, el rico influyente de la
época, porque cada época tiene los suyos, y lo invitó a venir a México
como capitán del Tampico Club.

Quebró por entonces un restaurante
llamado La Venta de los Títeres en Paseo de la Reforma. César pidió un
crédito al banquero Miki Feldman y compró muebles y cocina del negocio
en remate, para establecer su restaurante, el Focolare, en la esquina
de Niza y Hamburgo, piedra fundacional de la Zona Rosa. Cruzamos la
calle hacia la vieja residencia porfiriana de Hamburgo y Amberes. En el
jardín se construía una enorme concha de concreto. “Esto se lo debo a
usted”, me dijo César mientras sacaba de la bolsa interior de su saco
una página de El Redondel publicada cuatro meses antes. Era mi columna
Antena, con mi caricatura gracias a la cual me identificó, fechada en
La Habana, con la descripción del cabaret Tropicana y el nombre de su
arquitecto: Borges.

Una sorpresa tras otra me tenía pasmado.
“Cuando leí su artículo decidí contratar a Borges para que hiciera algo
similar en México. Ubiqué su oficina. Llamé por teléfono. Estaba en un
entierro. Llamé al día siguiente y le expliqué mi oferta. Usted debe
estar loco, me dijo Borges, para contratarme sin ver mi obra, sin
conocerme, sólo por un artículo periodístico. Tampoco conozco al autor
del artículo, le dije. Entonces me dijo Borges: un loco como usted sólo
puede entenderse con un loco como yo. Acepto, mándeme los planos. Yo
mismo los llevé a La Habana”. Así nació el Jacaranda en el jardín y el
Can Can en la vieja casa, y algo más importante, nuestra amistad.

Vendiendo sopita, era su respuesta al ¿cómo estás? de su clientela.

Su
hotel Presidente en Acapulco fue el primero con mármoles y alfombras.
La perla de su corona fue el Saint Regis de Nueva York, con Salvador
Dalí de huésped permanente. Construyó el Presidente de la Zona Rosa y
le prohibieron llamar Los Pinos al bar, era una irreverencia. Durante
los 53 años de nuestra amistad no sé qué fue más, si el cariño o el
respeto. Lo vi crecer sin abrirse paso a codazos, sin agresiones, ni
ofensas. Fue uno de los grandes creadores de la infraestructura
hotelera y de la industria restaurantera de México. Una de sus 35
empresas fue el hotel del Prado. Levantó en la castellana el más
moderno hotel de Madrid, el Villa Magna. Creó la Cocina del Aire para
líneas aéreas, se encargó de la alimentación de todas las delegaciones
deportivas en la Olimpiada de 1968. Fue presidente de la Asociación
Mexicana de Hoteles y Moteles que, años más tarde, instituyó y mantiene
la Medalla al Mérito Profesional Turístico César Balsa para premiar a
quienes destacan en su oficio.

Tuvieron un hijo, César, y seis hijas, Titi, Eta, la Nena, Mónica y dos que se quedaron en el camino, Mela y Mariela.

Olvidaba
decir que fuimos socios en 1968. Decidimos para la Olimpiada Cultural,
simultánea a la deportiva, abrir durante tres meses y cerrar, una
tienda de pinturas, La Galería de la Zona Rosa. Montamos tres
exposiciones, Siqueiros, Nieto y Tamayo, una por mes. Nos fue bien y
repartimos. Me dijo César una frase, esencia de sabiduría práctica:
“Las amistades no se prueban cuando se asocian sino cuando se
desasocian”. La nuestra no necesitaba pruebas pero pasó la suya y se
conservó hasta el jueves pasado.

En la madrugada hablaron de su
casa y recibí el golpe antes de oír la voz. No quiso dejarse ver por
nadie en su largo deterioro. El acta de defunción anota los últimos
minutos del miércoles como la hora de su muerte. Falso. Había muerto
tres años y cinco meses antes, el día en que murió Carmen, pero no se
lo dijo a nadie. Nos dejó disfrutar un rato más de su presencia,
aparentaba que estaba ante nosotros y mientras escribo lo veo
encendiendo su puro, oigo chocar los hielos que movía con el dedo para
enfriar el vodka y mantener la extraña costumbre sólo suya del medio
tequila en vez de postre. Nunca excedido en el alcohol ni en la broma
dudosa, impecable en su aspecto y en su trato, medido en el triunfo,
paciente en la adversidad, así lo recordaré.

Me queda otro dedo inútil en la mano de contar amigos.



Powered by ScribeFire.

Los irresponsables, otra vez - Macario Schettino

Alguna vez ya lo habíamos comentado en este espacio: éste es un país
de irresponsables. La tragedia en Tabasco me parece que es gran
evidencia de ello, por su origen, por lo que hoy ocurre y espero que no
por lo que habrá de seguir.

En un país que por tantos años ha
vivido bajo un régimen autoritario y vertical, es costumbre achacar los
males a los gobiernos, y particularmente al Presidente, que por mucho
tiempo pareció todopoderoso. Esta característica del régimen de la
revolución, fue una de las que impidieron la ciudadanización de la
sociedad, porque nos mantuvo en un perpetuo estado infantil. Nunca
había un responsable de nada, porque todo era parte del Estado. Nos
pasamos el siglo XX siendo irresponsables, es decir, infantes a los que
todo les ocurría y nada podían hacer para evitarlo.

No
quiero decir que la tragedia de Tabasco pudo haber sido evitada con dos
o tres pequeñas medidas, porque eso no es correcto. Inundaciones
ocurren en muchas partes, con frecuencia catastróficas. Pero sólo en
países de irresponsables pone uno a vivir a un millón de personas en un
pantano que seguramente se inundará. La diferencia con los países de
adultos es ésa: no que no ocurran desastres, sino que la población se
hace responsable de reducir los riesgos.

Acá los políticos
rápidamente han culpado a sus congéneres: que si los gobernadores
anteriores, que si el presidente anterior, que si las paraestatales. Y
es perfectamente posible que cada uno tenga una pequeña parte de culpa,
pero hay que sumarle a los líderes que promovieron construcción de
vivienda, a otros políticos locales que dieron permisos a sabiendas de
las amenazas, a los miles de personas que aceptaron vivir en zonas
claramente problemáticas y que, como lo hemos hecho por cientos de
años, aguantaron los riesgos porque así se acostumbra. Y a los miles
que no hicieron caso a los anuncios de la inundación, que les hubiera
permitido rescatar algunos bienes y evitar el trauma de huir en medio
del agua.

Sin menospreciar la irresponsabilidad de los
políticos, también hay que asumir la que tiene la sociedad. Porque no
sólo en Villahermosa hay viviendas en zonas de muy alto riesgo, las hay
en prácticamente todas las ciudades grandes del país y en muchas
medianas. Y no sólo en Villahermosa se ha construido una ciudad en
donde no hay manera de mantener servicios públicos, salvo a costos
excesivos. Y no nada más tenemos riesgos de inundaciones, sino que
tenemos una perpetua actitud irresponsable en todas direcciones.

No
tratamos el agua que desechamos, no cuidamos los bosques, no separamos
la basura. Vaya, ni siquiera la tiramos donde se debe, sino por donde
vamos pasando. Y todo eso cuesta, y mucho. No somos responsables
siquiera con nuestra salud y la de nuestros hijos, y por eso somos uno
de los países con mayor obesidad, y en consecuencia con mayores riesgos
de diabetes, lo que implica mayores costos de salud pública. Para
terminar la letanía, ni siquiera nos hacemos responsables de la
educación de nuestros hijos y, en consecuencia, seguimos soportando la
actitud criminal de los profesores que destruyen la vida de los jóvenes
al dejarlos incapacitados para aprender. Y el costo es inmenso.

Es
posible que muchos mexicanos no tengan siquiera conciencia del daño que
implica su irresponsabilidad. Pero eso mismo es un problema que la
sociedad debe resolver. Porque corregir las irresponsabilidades es
absurdamente costoso. Es necesario que hagamos un esfuerzo por tomar
conciencia de nuestra actitud y hacernos responsables de nuestras
acciones. Ya no culpando de todo al gobierno, aunque no por ello dejar
de vigilarlo.

Hace 30 años, no asumir las
responsabilidades de la sociedad permitió la destrucción casi total de
la economía a manos de gobiernos igualmente irresponsables. Pero no
pueden, quienes vivieron entonces, simplemente culpar a esos gobiernos
y asumirse como víctimas. Como no se puede, hoy, seguir actuando
irresponsablemente impidiendo decisiones urgentes, en lo fiscal, en lo
energético, en lo educativo.

No podemos dejar de asumir
nuestra responsabilidad. Lo que no hagamos hoy se tendrá que pagar
mañana, y muy caro. Las generaciones pasadas nos han trasladado un
costo enorme, no hagamos lo mismo nosotros.



Powered by ScribeFire.

‘Los socios de Elba Esther’

A mediados de diciembre de 2006, una querida amiga mía —la
periodista María Elena Cantú— se comunicó conmigo para encargarme, a
nombre de la editorial Norma, un libro sobre los primeros 100 días de
gobierno del presidente Felipe Calderón Hinojosa.

Se trataba de
un trabajo complicado ya que el texto debía escribirse casi al mismo
tiempo en que ese periodo transcurría. Al principio dudé en aceptar ya
que el esfuerzo me obligaría a desatender otras actividades
profesionales. Con todo, el reto terminó por convencerme y asumí el
compromiso. Durante tres meses trabajé sin descanso para llegar a
tiempo a la cita propuesta.

Ya avanzada la aventura en la que me
había embarcado, tuve una conversación que me produjo preocupación. En
una cena de amigos conversé con Raymundo Riva Palacio, quien me comentó
que Norma no era una casa editorial de la que uno pudiera fiarse. Me
advirtió que tiempo atrás esa empresa había encargado un libro sobre
los parientes de Vicente Fox Quesada a la periodista Anabel Hernández,
el cual terminó siendo rechazado por afectar los intereses
empresariales de Norma.

Producto de esta decisión, La familia
presidencial fue publicado por Random House Mondadori. Al conocer este
hecho pedí de inmediato una reunión con quienes me hubieran contratado.
En ella, la directora editorial, Claudia Islas Licona, me aseguró que
aquel episodio había ocurrido durante una administración distinta de la
empresa y que de ningún modo su casa se atrevería a censurar mi trabajo
si éste estaba fundamentado en datos comprobables.

Aproveché la
conversación para advertir que el libro que estaba escribiendo versaba
sobre temas complicados; particularmente respecto de la líder del
magisterio nacional, Elba Esther Gordillo Morales, y de su relación
política con el nuevo presidente de la República, Felipe Calderón
Hinojosa.

La señora Islas, en presencia de María Elena Cantú, me
aseguró que Norma no tenía por costumbre lesionar la libertad de
expresión de sus autores. Afirmó que Riva Palacio estaba mal informado
de la situación relacionada con el texto de Anabel Hernández.

Ingenuamente,
esta charla informal me pareció suficiente garantía para finalizar
Calderón, bajo la lupa, texto que, al pasar de las semanas, fui
entregando conforme los distintos capítulos estuvieron terminados.

Días
antes de que el libro entrara a imprenta apareció en el administrador
de mi correo electrónico el siguiente mensaje firmado por la señora
Islas: “Hace unos minutos hablé con Luis Carlos y María Esther de Norma
y comentamos ampliamente lo que detectaron en el capítulo sobre Elba
Esther. El capítulo está demasiado centrado en la persona de Elba
Esther y en menor medida en las acciones que ha tomado y tomará
Calderón con base en su relación con ella. Habría que matizar el
lenguaje… Esto definitivamente dañaría la relación que tiene Norma con
la SEP.”

Un tanto cuanto sorprendido por la misiva llamé de
inmediato a María Elena Cantú y le dije que quería reunirme con el
director de la editorial. Estaba dispuesto a considerar algunas de las
observaciones señaladas siempre y cuando fueran respetados los
argumentos centrales del capítulo referido.

La cita con los
directivos de la editorial fue al día siguiente en un café de la
colonia Polanco. Abrí la conversación explicando que era muy difícil
hablar de la nueva coalición de gobierno de Felipe Calderón si no se
mencionaba el papel político jugado por la profesora Elba Esther
Gordillo Morales.

Comenté, sin embargo, que si ellos detectaban
algún adjetivo sobrante o un hecho que no estuviera fundamentado,
estaría dispuesto a revisar el capítulo conflictivo; pero me mantuve
firme en la decisión de no sacar ese apartado crucial del cuerpo del
libro.

Amablemente, Luis Carlos Gil —el director de esta
editorial colombiana en México— respondió que mi petición resultaba
imposible para su empresa. Me dijo que Norma tenía negocios con la
Secretaría de Educación Pública por un monto aproximado de 4 millones
de dólares, y que no estaba dispuesto a perder ese ingreso por publicar
un libro que pudiera hacer enojar a la líder del sindicato nacional del
magisterio.

Respondí que no podía acceder a retirar el capítulo
tres. Hacerlo sería tanto como resignarme a aceptar que la vida
democrática en México había cambiado muy poco.

Ya que nos
encontrábamos en un callejón sin salida propuse que me liberaran del
compromiso que meses atrás había yo firmado. Acto seguido, María Elena
Cantú presentó también su renuncia. Argumentó que ella poseía un
prestigio como periodista y que no estaba dispuesta a extraviarlo por
esta arbitrariedad. Si el libro no podía ser publicado por razones
políticas, ella prefería dar por terminada su relación laboral.

Salimos
de esa reunión con el ánimo maltrecho y con un libro entre las manos
que estaba a punto de irse a la basura. ¿A qué otra casa editorial
podría interesarle ese manuscrito sobre los primeros 100 días del
gobierno de Calderón Hinojosa, cuando el día 112 ya estaba corriendo?

En
todas partes el trato fue cordial, pero la respuesta que recibimos, tal
como lo habíamos previsto, resultó negativa. De salir el libro a la
venta hacia mediados del mes de abril, el mercado de los lectores que
consumen este tipo de materiales se habría reducido considerablemente.

Un
par de semanas después recibí una contraoferta. A Braulio Peralta, uno
de los editores más respetados en México, quien trabaja para la
editorial Planeta, se le ocurrió la peregrina idea de echar el resto de
los capítulos de Calderón bajo la lupa al basurero, con el objeto de
que el multicitado capítulo 3 se ampliara para convertirse en un nuevo
libro.

Así son las paradojas de este oficio: en Norma sólo me
habían censurado un capítulo y ahora Braulio me ofrecía rescatarlo con
la condición de dejar fuera lo demás.

Dos días después de la
conversación con mi nuevo y solidario editor, comenzó la larga jornada
que me condujo a escribir una biografía política sobre la profesora
Elba Esther Gordillo Morales: Los socios de Elba Esther. Texto que
estará a la venta en librerías hacia finales de esta semana.



Powered by ScribeFire.

Depresión un mal creciente entre los hombres




A paso acelerado crece el nú-mero de hombres deprimi-dos en México; los especialis-tas advierten que las condi-ciones socioeconómicas por las que atraviesa el país lo pro-pician.La depresión es una enfermedad de la modernidad, y factores como la pobreza y el desempleo favorecen su incremento. Si no se trata, las consecuencias son graves; en casos extremos llega al suicidio.

El cuadro diagnóstico es complicado. Los hombres tienden a negar la afectación o la confunden con otros padecimientos ya que suele manifestarse, entre otros síntomas, con dolores de cabeza y musculares. Mientras la mujer deprimida denota tristeza, el varón no se percata o trata de ocultar cualquier síntoma que lo haga sentir vulnerable.

Estadísticamente poco se sabe del lugar que ocupa, pero comparado con la mujer, la frecuencia en que se presenta es menor “de uno a dos”, según refiere Ileana Petra Micu, de la Facultad de Medicina de la UNAM.

“Se guarda el dolor, cree que puede controlarlo aunque tenga los síntomas —angustia, insatisfacción, dolores musculares, cansancio, taquicardia, problemas estomacales, falta de concentración o desgano—, decide aguantar y no va al médico”, agrega la doctora.

Rafael Montesinos, doctor en Ciencias Antropológicas, explica que la depresión era contemplada como una enfermedad femenina, pero “es un conflicto que sufren los individuos cuando los asalta un miedo a lo desconocido. Cada vez más hombres se ven inmersos, a veces como respuesta a una fuerte insatisfacción que les genera un vacío”.

Sensación de derrota

La depresión masculina se ha incrementado considerablemente; una de las cuestiones que más afecta es la laboral, “estar desempleado propicia que se depriman”, señala Clara Fleiz, del Instituto Nacional de Siquiatría, quien realiza un estudio sobre el tema.

El siquiatra Héctor José Dueñas, gerente de Investigación Clínica en Neurociencias del laboratorio Elly Lilly, destaca: “La prevalencia en hombres ha aumentado. A factores biológicos se suman los sociales que afectan más a los varones; la pobreza, por ejemplo, es un factor sicococial que genera mucho estrés y propicia esta patología mental”.

Fleiz Bautista dice que lo laboral afecta por cuestión de roles, “la carga de la mujer está más centrada en lo afectivo, la de ellos en lo económico, por eso impacta más en su identidad, en la forma en que aprendieron a ser hombres y proveedores de dinero”.

De acuerdo con Montesinos Carrera, la depresión es una enfermedad de la vida moderna, “lo que está de moda es el miedo a no tener trabajo, los hace sentir derrotados”.

El también sociólogo de la Universidad Autónoma Metropolitana advierte que en poblaciones con problemas económicos hay condiciones propicias para desarrollarla.

“La crisis económica que vive el mundo actual emerge como la fuente natural de la depresión, la modernidad se caracteriza por un incesante cambio e incertidumbre y se coloca como origen de la depresión”, argumenta.

Crisis y suicidio

Contextos donde la mujer defiende su identidad y espacio propician que los hombres sientan que pierden su posición de poder. Montesinos explica que esta confusión les provoca problemas síquicos, “sobre todo a quienes tenían una idea tradicional donde la lógica patriarcal los colocaba en una posición de superioridad ante la mujer”.

Luis Hornstein y Hugo Lerner, titulares de Fundación argentina para el Estudio de la Depresión, advierten que los hombres suelen enmascarar el padecimiento: “Cerca de 50% de los episodios no se detectan porque el estado de ánimo depresivo es menos evidente que otros síntomas”.

“Las mujeres tienen cierto entrenamiento en consultar —al médico— cuando van apareciendo sus dificultades, en cambio los hombres consultan cuando ya no pueden más; las estadísticas demuestran que mueren alrededor de siete años antes que las mujeres con multiplicidad de cuadros asociados con la enfermedad”, aseguran.

Ambos siquiatras coinciden en que hay correlación entre la depresión y una sociedad con crisis sociales, devaluaciones monetarias, desocupación y sensación de desmembramiento social. Con base en estudios mencionan que en los últimos 40 años, la tasa de suicidio entre hombres ha sido cuatro veces superior a la de mujeres.

La depresión masculina, destaca Óscar Galicia, coordinador de laboratorio de Neurociencia del Departamento de Sicología de la UIA, no se ha estudiado mucho pero se calcula que del total de gente deprimida 30% son hombres, “se explica porque en la situación actual hay predisposición a padecerla. Es un riesgo porque inhabilita, no basta la terapia sicológica, si el problema lleva años, el trastorno puede ser fatal”.

Diagnósticos equivocados

Está comprobado que nadie escapa a las depresiones leves pero las severas, como estado sicopatológico, requieren atención sicoterapéutica y farmacológica, de no atenderse avanzan y en algunos casos es posible que el individuo cometa actos suicidas, “ante la sensación de impotencia surge la idea de que la vida no tiene significado y busca métodos violentos para terminar con ella”, indica.

Clara Fleiz explica que ante la carencia de investigación sobre los casos de hombres deprimidos, puede haber subregistro de datos ya que en la parte clínica el hombre no suele mostrar signos de debilidad, sufre en silencio, y en el diagnóstico no se identifica la depresión con los mismos criterios que en las mujeres.

Es fácil que la mujer vaya con un sicólogo o siquiatra, pero los hombres “tratan de ignorar el dolor porque se cae su idea de ser más fuertes, no pueden estar enfermos menos si es un trastorno mental; no pueden ir al médico menos con un siquiatra, hay un temor social, decir siquiatra es decir que se está loco”, señala Petra Micu.

En lugar de llorar, un hombre deprimido puede ser agresivo o aislarse; para no enfrentar emociones incómodas algunos se refugian en el alcohol u otras sustancias nocivas. Por eso, cuando finalmente van al médico, su diagnóstico no siempre es acertado. Dada su sintomatología, hay doctores que no reconocen el padecimiento y diagnostican mal. Algunos sólo recetan vitaminas.

José Dueñas establece que del total de paciente deprimidos, 50% acude en busca de ayuda; de éstos, la mitad obtiene un buen diagnóstico. De esta cantidad, 50% recibe un antidepresivo, y de quienes comienzan el tratamiento sólo la mitad lo culminan. Esto significa que “de cada 100 deprimidos, sólo seis tienen alivio”.

El especialista menciona que 7.9% de cada comunidad se encuentra en depresión. Con base en estudios epidemiológicos, señala que la prevalencia es de 5% en hombres y 10% en mujeres.


Powered by ScribeFire.

jueves, 8 de noviembre de 2007

El fraude educativo - Macario Schettino




El factor de producción que genera más valor agregado es el
conocimiento. El proceso más común para obtener conocimiento es la
educación, específicamente la que ocurre en la escuela

De
manera intuitiva, los mexicanos saben esto desde hace mucho tiempo, y
por ello intentan darle un futuro mejor a sus hijos a través de la
educación escolarizada. Sin embargo, ir a la escuela no garantiza nada,
según hemos visto en colaboraciones recientes.

Si los niños van a
la escuela, y nada más, lo más probable es que terminen su educación
básica, es decir, que salgan de secundaria sin saber hacer
absolutamente nada. Como ya sabe usted, dos terceras partes de los
jóvenes que salen de ese nivel no pueden hacer más que seguir
instrucciones simples, resolver problemas elementales contando con toda
la información y leer documentos sencillos. Cerca de 80% de los jóvenes
mexicanos logran terminar esos primeros nueve o 10 años de educación,
pero sólo un tercio de ellos (es decir, 25% de todos los jóvenes) en
realidad ha obtenido algo en la escuela.

Tres cuartas
partes de los jóvenes se quedan rezagados, y su esperanza es conseguir
alguna oportunidad que no requiera demasiado esfuerzo mental, porque no
han logrado construir una base sólida para ello. Nadie puede decir que
sean menos inteligentes que los demás, pero cuando alguien llega a los
15 o 16 años sin esas bases sólidas, le será muy difícil competir por
un empleo decente. Sin embargo, más de 80% de los jóvenes que terminan
secundaria pasan a media superior, pero la falta de bases provoca que
casi la mitad no termine ese nivel. Pero algunos logran terminar, a
pesar de que tampoco tenían conocimientos básicos para ello. Tal vez
usted recuerde los exámenes que se utilizan para ubicar a los jóvenes
en media superior, en donde quienes tienen mejores resultados se van a
las escuelas que ellos eligen, mientras que quienes obtienen puntajes
insuficientes son asignados a donde se pueda.

Algo similar
ocurre en la educación superior, pero en este nivel existe una gran
oferta privada, no toda de buena calidad. Y es aquí en donde el fraude
educativo de este país llega a un nivel insoportable. Un joven que no
tuvo buena educación básica, y que a muy duras penas logró terminar la
media superior, se inscribe en alguna de las universidades patito
creyendo que con eso bastará para poder competir por un puesto de
trabajo en el futuro.

Pero no será así. Esa universidad le
quitará cuatro o cinco años de vida, y algunos miles de pesos cada año,
para que al final el joven descubra que su título no tiene ningún valor
en el mercado, aunque sí lo tenga oficialmente. La distribución de
registros de validez, tanto federales como estatales, en algún momento
se fue de las manos, y hoy lo único que se hace para tratar de corregir
es establecer organismos de “certificación” que, en muchos casos, sólo
servirán para cobrar.

Al término de 16 o 18 años de
esfuerzo, la familia que ha financiado la educación de un joven,
esperanzada en obtener un futuro mejor, se encuentra con que tiraron a
la basura el tiempo y el dinero. Es entonces cuando se dan cuenta de
que el mercado sí tiene fuerza, y que no importa lo que diga la
propaganda del gobierno o de las universidades; para obtener un buen
empleo no basta un título, sino que se requieren habilidades y
competencias que la escuela no les dio.

En este gravísimo
problema hay, sin ninguna duda, una gran responsabilidad del Estado. A
diferencia de lo que ocurre con el mercado de autos, computadoras, o
cosas parecidas, en donde cada comprador se debe cuidar, en el caso de
la educación, como con cualquier bien o servicio que se compra en
plazos largos, el Estado debe vigilar el mercado y facilitar el flujo
de información. Y hoy esto no está ocurriendo.

A grandes
números, salen 2.2 millones de niños de primaria, y terminan la
secundaria poco más de 1.6 millones. Entran a media superior millón y
medio, pero salen apenas 900 mil, de los cuales 800 mil estudiaron
bachillerato y pueden ingresar a la universidad. Sólo lo hacen 550 mil,
de los cuales cerca de 400 mil terminarán sus estudios. Pero como no se
abren 400 mil empleos de profesionista cada año, el precio de esos
empleos (el primer salario) se ha reducido. Quienes entran a trabajar,
si tienen bases sólidas, en poco tiempo ganan más dinero, pero para la
mayoría no será así.

Al final, tenemos jóvenes muy
resentidos porque dedicaron muchos años y dinero a obtener un título
que no les permite vivir mejor. Y no se van a culpar a sí mismos por no
haber exigido mejor educación durante su vida. Van a culpar al gobierno
y a la sociedad.



Powered by ScribeFire.

martes, 6 de noviembre de 2007

Cultura y educación - Macario Schettino



Es común distinguir educación de cultura. Incluso hay quien separa educación de instrucción, llamando con este nombre a lo que se aprende en la escuela, mientras que se reservan el otro término, educación, para describir las maneras y costumbres de las personas, algo distinto del saber leer y escribir, más cercano al vivir como se debe

No me refiero a eso cuando hablo de cultura. Englobo en esta palabra a las reglas sociales que aprendemos, no a los libros que hemos leído, o la música que escuchamos. Llamo cultura a ese gran conjunto de limitaciones que tenemos desde niños, no porque las traigamos en la sangre, sino porque las aprendemos.

Ciertamente en ese gran grupo están las “buenas costumbres”, como comer con la boca cerrada y usar cubiertos. Pero tampoco es eso lo que me interesa comentar con usted. Además de aprender de niños a comer como personas, aprendemos muchas otras cosas más, fundamentalmente cómo relacionarnos con otras personas, con otros grupos sociales, y con nosotros mismos, con nuestro tiempo.

Este grupo de reglas que llamo cultura es determinante para el tipo de sociedad que puede construirse. Había, hace años, un poemilla llamado “los niños aprenden lo que ven”, que da en el clavo: Más que lo que se lee, o se escucha, es lo que ocurre diariamente lo que se graba en la personalidad de los niños, lo que reproducirán años después. No importa si en la escuela leen acerca de los derechos humanos, mientras el profesor se burla de ellos, o los agrede e insulta. No importa si se habla de democracia, mientras viven el autoritarismo en su casa y en su escuela. De nada sirve hablarle a los niños de las virtudes del trabajo cuando su maestro es un holgazán que cada vez que puede se va a hacer plantones y marchas.

Porque si lo que los niños ven es autoritarismo, holgazanería, dependencia, eso es lo que reproducirán de jóvenes y adultos. Peor todavía, aprenden que no trabajar puede permitirles vivir, como lo hace su maestro, o su padre, con tal de que se sometan al sindicato, o al líder de la colonia. Los más audaces aspirarán a ocupar esas posiciones de liderazgo; los demás, a sobrevivir bajo sus órdenes. Pero nadie aspira a construir riqueza, a respetar a los demás, a entenderlos. ¿Para qué aprender matemáticas si sólo hace falta subordinarse y pedir? ¿Para qué esforzarse en aprender a leer y a hablar, si basta con saber decir que sí? Como lo he dicho en varias ocasiones, no todos los maestros ni todos los padres son así, pero una cantidad muy importante sí lo es. De otra manera no podríamos tener los resultados que tenemos en calidad educativa.

Las reglas que aprendemos desde niños son la base cultural sobre la que funciona la sociedad. La economía y la política están determinadas por esta base cultural, que es más fuerte que ellas. Por eso no importa cuán claro sea que necesitamos producir mejor, nuestra cultura lo impide. Y el pequeño grupo que tuvo la fortuna de tener buenos maestros y padres medianos, al jugar bajo otras reglas, tiene más éxito. No sólo eso, sino que cada vez es mayor la diferencia entre este grupo que es capaz de competir y el otro, el grande, que reproduce las taras sociales que tan bien conocemos.

Hace años, esta diferencia no tenía un impacto tan grande como ahora. Hace años se podía obtener un ingreso razonable sin tener mucho conocimiento, bastaba con algo de fuerza y un poco de entrenamiento. Hoy ya no es así. La mayor parte del trabajo que requiere esfuerzo y pocas instrucciones lo hacen ahora las máquinas. Además, hace décadas había riqueza para repartir. Los líderes sindicales, populares, campesinos, podían enriquecerse y repartir a sus agremiados algunas prebendas. Pero esto ya se acabó, nos acabamos el país.

Ahora tenemos que trabajar, como todos, para construir riqueza. Y esa riqueza sólo puede conseguirse con mejores herramientas y personas más calificadas. Pero la calificación no se obtiene fácilmente, y menos cuando la cultura, es decir, las reglas sociales, van en contra de ello. Es cierto que la inmensa mayoría de los mexicanos cree que la educación es el mejor camino al éxito, pero esa inmensa mayoría no se da cuenta de que la educación no equivale a pasar muchos años en la escuela. Para que esa educación funcione, es necesario construir personalidades que la acepten, y que luchen por ella.

Porque las malas escuelas y los malos maestros sobreviven gracias a la cultura de sometimiento que mantenemos. No se trata de mandar a los hijos a la escuela, sino de que aprendan. Son cosas distintas.


Powered by ScribeFire.

Tabasco: ayuda facciosa




Frente a esa pequeñez no hay más remedio que el castigo del voto; pasada la emergencia, el pueblo dará su veredicto

Dice la voz popular, sabia en muchos casos, que las tragedias “sacan lo mejor y lo peor de la condición humana”. En la memoria de algunos aún viven las imágenes de los presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, que en sendos desastres naturales recriminaron severamente el primero a quienes pretendieron usar el emblema de “solidaridad” en medio de la tragedia y, el segundo, a un grupo de supuestos damnificados que buscaron realizar proselitismo partidista, también en el peor momento de un desastre.

En meses recientes —para quienes por razones de edad o desmemoria no recuerdan los pasajes anteriores—, muchos recordamos que en medio de otro embate natural, el gobierno de Veracruz decidió empacar la ayuda a los damnificados en bolsas de color rojo con el emblema del PRI, similares a los utilizados por la propaganda electoral del partido oficial en esa entidad, en donde, por cierto, por esas fechas se llevarían a cabo elecciones.

El oportunismo político-partidista-electoral en tiempo de tragedias naturales es una suerte de “tara” que acompaña a todos o casi todos los partidos y gobiernos surgidos de las distintas formaciones existentes en México. Y en esta ocasión, frente a la tragedia que viven los habitantes de Tabasco y Chiapas a causa de las lluvias, esa “tara” no parece ser la excepción; sigue presente. A continuación dos estampas periodísticas que lo demuestran:

“La ayuda para los damnificados se politizó ayer en la tierras de Andrés Manuel López Obrador. Priístas y perredistas de la comunidad de Tierra Colorada se enfrentaron cuando llegó un helicóptero de la Marina que transportaba alimentos y agua.

“‘No los queremos, váyanse; no queremos su ayuda, no queremos nada de ustedes’, gritaron mujeres priístas al piloto, y acusaron al PRD de controlar el acopio de todos los víveres. Por su parte, un grupo de mujeres perredistas acusaron al gobierno federal de privilegiar a los seguidores del PRI. Ambos grupos increparon al piloto y al copiloto del helicóptero y amagaron con agredirlos, por lo que los marinos optaron por regresar a Villahermosa”. La información anterior es un reporte informativo de Benito Jiménez, corresponsal del diario Reforma en Macuspana, publicado en la edición dominical de ese periódico.

“Un avión con 5 toneladas de despensas arribó a esta ciudad (Villahermosa) procedente de la ciudad de México. La ayuda proviene del gobierno del Distrito Federal, y la consigna es entregar los víveres a municipios gobernados por el PRD. El supervisor del aeropuerto que proporciona el traslado mostró su disgusto, pues en vez de que la ayuda fuera enviada a los albergues, se ocuparon camiones de redilas que llevaron la ayuda a municipios perredistas.

“Toda la gente requiere ayuda, pero mucha; varios municipios gobernados por el PRD han sido olvidados por el gobierno de Andrés Granier, y eso es injusto, así que urgió al gobierno del DF una ayuda aparte”, dijo el conductor de uno de los camiones que llevaron los víveres a los municipios de Macuspana y Nacajuca. La anterior información fue tomada del diario Reforma, de su edición del lunes 5 de noviembre.

¿De qué nos hablan las dos informaciones anteriores? En los dos casos, según los testimonios periodísticos, alguna autoridad municipal o estatal de Tabasco, por un lado, y del Distrito Federal, por el otro, estarían lucrando políticamente con la tragedia o por lo menos esa es la percepción de algunos sectores de ciudadanos tabasqueños afectados.

Pero cualquiera que sea el caso, que el gobierno priísta de Andrés Granier en Tabasco o el perredista de Marcelo Ebrard en el Distrito Federal hayan incurrido en el despropósito de convertir la ayuda que requieren todos los damnificados en un acto de proselitismo político, no es o no sería más que una muestra de que sigue viva la polarización política que se gestó en esa entidad desde hace por lo menos dos décadas, incluso en momentos en que debiera pasar a último término, para dar paso a la responsabilidad que con todos los tabasqueños tiene el gobierno estatal del señor Granier, y a la solidaridad que con todos los afectados de Tabasco, sin distingo de franquicias partidistas, debiera tener el gobernante del Distrito Federal, Marcelo Ebrard. De confirmarse la ayuda partidista y hasta facciosa de gobiernos del PRI o del PRD —que por fortuna no ha dado muestras de una mayor escala—, estaríamos ante la vergonzosa confirmación de que tanto políticos como gobernantes, del partido que se quiera, son incapaces de dejar a un lado y de manera momentánea sus diferencias para dejar salir lo mejor de todos ellos: la responsabilidad en tanto gobernantes y la solidaridad social a secas, sin tintes partidistas y sin preferencias políticas.

Y es que en todos los casos, sean gobiernos del PRI, PRD y PAN; sean de los órdenes municipal, estatal o federal, los mandatarios no son más que eso, depositarios del mandato ciudadano, responsables del buen ejercicio de los dineros públicos, y que tienen como una de sus encomiendas fundamentales la de velar por la vida y los bienes de todos sus gobernados.

Pero más aún, el hecho de que se presenten testimonios como los arriba relatados —en donde la ayuda a los damnificados pasa por el tamiz del color partidista o de la preferencia electoral— habla de la pequeñez de gobernantes y partidos políticos, que no se asumen como parte del Estado mexicano, con obligaciones y responsabilidad, sino como dueños de las franquicias partidistas, dueños de la clientela de esos partidos y dueños del clientelismo para garantizarles la ayuda en casos de desastres, como el que se vive en Tabasco y Chiapas. Y frente a esa pequeñez, no hay más remedio que el castigo del voto; pasada la emergencia el pueblo dará su veredicto. Al tiempo.

En el camino

Otra vez fallaron los sistemas de prevención, estatales y federales. ¿No era previsible el desgajamiento del cerro que sepultó a la comunidad de San Juan Grijalva, en Chiapas? Otra vez los pobres ponen los muertos.


Powered by ScribeFire.

“Garantismo” - Lorenzo Córdova Vianello



6 de noviembre de 2007

Hace
una semana, el teórico del derecho italiano Luigi Ferrajoli fue
distinguido por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
con el premio Héctor Fix Zamudio. La reciente visita de Ferrajoli a
nuestro país, cuya mención y referencia, afortunadamente, ya es
recurrente en los máximos tribunales de nuestro país —en particular la
Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Electoral—, es un muy buen
pretexto para recordar los postulados centrales de la corriente del
derecho de la que él es uno de los exponentes más emblemáticos en la
actualidad: el garantismo.

Ello, además, cobra un sentido
adicional si pensamos que el rediseño al sistema de justicia es el
próximo gran pendiente de la agenda reforma del Estado, una vez que los
cambios electorales ya han sido procesados. En efecto, es precisamente
en las instituciones y los mecanismos de impartición de justicia y de
control de constitucionalidad en donde el espíritu del garantismo cobra
realidad en el contexto de las así llamadas democracias
constitucionales.

El garantismo es una corriente jurídica que
parte del reconocimiento de los derechos fundamentales de los
individuos y de su efectiva protección y tutela como la piedra de toque
del diseño constitucional del Estado. Desde ese punto de vista, la
función y finalidad de las instituciones públicas es, precisamente, la
de respetar y proteger de ese conjunto de prerrogativas de los
individuos que se plasman en los derechos civiles, políticos y
sociales, esencialmente.

El diseño constitucional del
Estado moderno responde, como es sabido, justamente a la idea de un
poder político limitado en sus funciones y facultades para garantizar
la incolumidad de esos derechos fundamentales individuales. Dicha
incolumidad, sin embargo, no se traduce solamente —como quisieran
algunos liberales irredentos y radicales— en un no hacer por parte del
Estado, sino también, en una actitud proactiva del poder público, que
tiene la función de satisfacer ciertos derechos (educación, salud,
vivienda, etcétera) y crear ciertas condiciones materiales de las que
depende el efectivo disfrute de otros derechos.

Pero las
razones del garantismo van más allá de crear vínculos (de hacer o de no
hacer) solamente para el Estado y busca proteger los derechos
fundamentales también frente a ciertos poderes privados imponiéndoles a
éstos límites y condiciones. Así, el derecho desde una perspectiva
garantista tiene por objeto la salvaguarda de las prerrogativas
fundamentales de los individuos frente a todos los que Ferrajoli
denomina “poderes salvajes” (que son poderes públicos, pero también
privados —ejemplo emblemático de éstos son los llamados poderes
fácticos).

Esa función de garantía pasa, en primera
instancia, por el reconocimiento en la Constitución de esos derechos
fundamentales (lo que constituye para el profesor italiano su “garantía
primaria”) y, en segundo término, por el establecimiento de
instituciones y procedimientos que permitan una efectiva tutela (que
supone tanto la protección como la exigibilidad de los derechos y que
son definidas por Ferrajoli como “garantías secundarias”).

En
México estamos en una situación deficitaria en relación con ambas
garantías: por un lado, tenemos en la Constitución un catálogo de
“garantías individuales” desactualizado si lo comparamos con varios
tratados internacionales de derechos humanos que nuestro país ha
suscrito y con las cartas de derechos más avanzadas en esta materia
(por no hablar de la vetusta y absurda tesis que restringe dichas
“garantías individuales” a los derechos contenidos en el capítulo
primero de la Carta Magna, con lo que todos los derechos políticos,
recogidos en el capítulo cuarto, quedan excluidos de esa categoría). En
ese sentido urge una revisión que coloque a la Constitución en una
posición de avanzada en materia de reconocimiento de derechos.

Pero,
por otro lado, nuestros instrumentos de protección de derechos —aun
reconociendo los avances realizados, sobre todo por lo que hace al
control de la constitucionalidad de leyes y actos— todavía siguen
siendo precarios. Que el Ministerio Público siga dependiendo
orgánicamente del Ejecutivo, que el amparo siga careciendo de efectos
generales, que la justicia laboral siga teniendo un esquema en donde el
poder Ejecutivo sigue siendo el fiel de la balanza, que las leyes
transparencia sigan sin obligar a los sindicatos, entre muchos otros,
son sólo algunos ejemplos de las carencias que en materia de “garantías
secundarias” seguimos adoleciendo.

Leer a Ferrajoli y
difundir sus tesis es sumamente oportuno en el contexto de
transformación institucional que atraviesa nuestro país. Repensar el
Estado que queremos en clave garantista, estoy convencido, es la mejor
manera de consolidar la democracia constitucional que lenta y
gradualmente hemos venido construyendo.



Powered by ScribeFire.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Estrictamente personal - Raymundo Rivapalacio




Tras 16 años de publicación ininterrumpida, esta columna tiene que hacer una pausa, agradeciendo a todos su paciencia, intensidad y diálogo permanente

Hace 16 años nació esta columna que ha tenido, por sobre todas las cosas, una butaca en la primera fila para observar lo que sucede en el escenario de la vida pública. Navegó por los mares de cuatro gobiernos, vio el fin del reinado del PRI, la reinvención de la economía mexicana y cómo se injertó a la de Estados Unidos, un magnicidio y la ruptura del consenso entre las élites gobernantes, el fin del pacto político que rigió en México desde 1928 y la transición democrática inconclusa, el surgimiento de la primera guerrilla posmoderna y el renacimiento de otra más, ortodoxa, que abreva de la Guerra Popular Prolongada. Todo, entre la creciente desigualdad que 20 años después de que México entrara de lleno al liberalismo económico, empieza a darse cuenta que, aunque tarde, es mejor corregir el modelo antes que concluya en desastre. Quién puede dudarlo; ha sido un privilegio.

Comenzó cuando Carlos Salinas se consolidaba en la Presidencia en el otoño de 1991, después de arrasar en las elecciones intermedias, y su propósito de abrir el sistema político mediante la creación del Partido de la Solidaridad, que remplazaría al PRI, se canceló por el miedo de que como en la vieja Unión Soviética, la nación no soportara la apertura económica y la política al mismo tiempo. Que las condiciones históricas y culturales de la Unión Soviética y México fueran totalmente diferentes —México tiene el mismo idioma, religión, historia y no es una amalgama de repúblicas bajo control militar—, nunca pareció incomodar a su diagnóstico.

En esos tiempos del autoritarismo más exquisito de la historia mexicana, no había muchos espacios en dónde publicar sin temor a ser despedido. En uno de ellos, esta columna pudo llamar en 1993 a Raúl Salinas, parafraseando a empresarios agraviados, “Mr. 10 Per Cent”, por las presuntas comisiones que pedía para facilitar inversiones, y a fines del mismo año sugerir que designar al hijo político de Carlos —Luis Donaldo Colosio— su sucesor, lo llevaría a la necesidad de distanciarse del monarca y ser víctima de un atentado. Aquí se calificó de “golpe de Estado técnico” lo que hizo el presidente Ernesto Zedillo al descabezar a la Suprema Corte, y se reveló el frustrado intento de secuestro del EPR al mandatario, cuando ejecutaron in situ a la célula guerrillera que lo intentó. Se permitió también revelar el uso del Prozac en Vicente Fox, la hepatitis C que padece Elba Esther Gordillo, y los problemas alimentarios de Josefina Vázquez Mota, bajo la premisa de que la salud personal de personas públicas es un asunto de interés público.

Fueron los tiempos en que el desacuerdo entre la élite gobernante ocasionó el llamado “Error de diciembre”, que sumió al país en una crisis financiera que estuvo a punto de quebrarlo, y que para salvar el sistema de pagos se recurrió a un rescate bancario cuyas consecuencias aún vivimos. Como una externalidad, el ex presidente Zedillo emprendió la cacería contra Salinas, y metió a la cárcel a su hermano Raúl, por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, del cual fue exonerado hace no mucho. Salinas, que le había confesado al embajador estadounidense John D. Negroponte que deseaba pasar a la historia como “el mejor presidente de México”, vio cómo su anhelo se volvía pesadilla.

Zedillo, el del alma químicamente tecnócrata, fue un Presidente que trabajó como secretario de Hacienda, y delegó la política en un nefasto secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, al que despidió. Le entregó su manejo a su secretario particular, Liébano Sáenz, quien lo ayudó a no cometer errores en la sucesión presidencial de 2000, allanando el camino pacífico de Fox al poder y forzando a los sectores más duros del PRI a reconocer la derrota. El PRI parecía liquidado, como ha sucedido con todos los partidos hegemónicos que pierden el poder, pero el atropellado mandato de Fox le inyectó oxígeno.

El sexenio de Fox fue escalofriantemente frívolo. Desde sus primeros minutos le dio un puntapié a la institución presidencial y empezó una Presidencia de ocurrencias. La mayor fue quizá su boda con Marta Sahagún. Su ambiciosa directora de Comunicación Social quería el 2006 para ella. Con dinero del erario envió a su gente a Buenos Aires para estudiar la fundación de Evita Perón. Pero como los “descamisados” peronistas no la llevarían a Los Pinos, organizó Vamos México, pensando en los ricos. Su activismo tensaba peligrosamente al gobierno, y quienes más fácilmente manipulaban a Fox, su ex canciller Jorge Castañeda, y su ex asesor de Seguridad Nacional, el finado Adolfo Aguilar Zínser, le propusieron la salida perfecta al creciente problema de Estado: que se casara.

Fox dilapidó todo, y bajo la cantaleta permanente de que él hacía las cosas diferentes —y por tanto mejor— a los priístas, cometió barbaridades al amparo de una popularidad siempre alta. Entre las más graves fue la obsesión por descarrilar la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador. Primero, con su esposa, buscó etiquetarlo como corrupto con los videos que entregó a Los Pinos el empresario Carlos Ahumada. Al fallar, usó un desacato judicial del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, para desaforarlo y que procediera un juicio en su contra. Pero cuando había que darle el tiro de gracia, Fox se asustó y reculó. Ya era tarde. Fox se convirtió en el mejor jefe de campaña de López Obrador, y gracias a él pasó de ser una figura local, a una internacional. La campaña presidencial de 2006 partió al país en tres, lo polarizó en dos, y puso en la Presidencia a Felipe Calderón, legalmente instaurado pero con 30% de los electores impugnando su victoria.

Dieciséis años. Qué dicha haberlos vivido a través de una columna que sólo puede ser identificada en el género por su frecuencia regular, un título para el espacio y el formato, pero que podría catalogarse como un espacio ecléctico por cuanto a géneros periodísticos, donde cupo casi de todo: crónica, noticia y reportaje de investigación arropado por opinión y análisis. Por sus peculiares características, Estrictamente Personal tiene que suspender indefinidamente su publicación. Nuevas tareas ejecutivas me han sido encomendadas por el nuevo director general de EL UNIVERSAL, Juan Francisco Ealy Jr., a partir de esta misma tarde del lunes, que son excluyentes en tiempo y fondo con la columna.

La experiencia me ha mostrado que es muy difícil que un lector separe, por más ilustrado que sea, la opinión particular de un directivo editorial de la opinión editorial del medio. Cuando se trata de un periódico como EL UNIVERSAL, que junto con el tabloide popular EL GRÁFICO tiene la principal circulación y lectoría del país, dirigir y opinar se vuelven incompatibles. En los momentos actuales no hay opción. Pero nunca hay que decir: jamás lo volveré a hacer. Por lo pronto, su primer alto en el camino, un hasta luego y, por encima de todo, Muchas Gracias.


Powered by ScribeFire.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Reglas y pobreza - de la columna de Macario Schettino




En muchas colaboraciones pasadas hemos comentado con usted cómo la riqueza es producto de la combinación de tres factores: infraestructura, capital humano y reglas. No se genera riqueza teniendo mejores herramientas si no se saben usar

Es menos malo cuando faltan herramientas, pero hay más conocimiento. Estos dos factores deben ser evidentes para todos. Es menos claro el impacto de las reglas, pero posiblemente sea mayor. Cuando las reglas de la sociedad van en contra de la generación de riqueza, no importa cuánto conocimiento se acumule ni cuánta infraestructura se tenga, no habrá riqueza.

Hace 50 años se creía que el crecimiento de las economías dependía sobre todo de la infraestructura, y por ello se privilegió la inversión como el camino a la riqueza. No funcionó muy bien. Nosotros, por ejemplo, crecimos bastante desde mediados de los 30 y hasta mediados de los 60, pero no por la inversión, sino porque aún éramos pocos, y había para dónde crecer. Hacia 1965 nos acabamos el territorio nacional, al menos el productivo, y empezaron los problemas. Los siguientes 20 años ya no fueron de crecimiento natural, sino de endeudamiento, que habríamos de pagar desde los años 80.

La idea de que la educación, como medio para llegar al conocimiento, es un factor primordial del crecimiento es más reciente, digamos de los años 80. México, sin embargo, amplió significativamente su cobertura educativa desde la década previa, más como respuesta a la crisis de 1968 que por razones económicas. En cualquier caso, más años de educación no significan más conocimiento, a menos que la calidad se mantenga. Ya en alguna ocasión le mencioné el artículo de Hanushek y Woessman que muestra con claridad la importancia de la calidad educativa. En eso, somos un fracaso monumental.

El reconocimiento de que las reglas son fundamentales para el buen desempeño económico de un país es todavía más reciente. No que no se hubiese pensado antes, puesto que desde tiempos muy remotos es claro que sociedades bien gobernadas pueden ser ricas, y no al contrario, pero ha sido hasta hace muy poco que la idea se ha podido demostrar con todo detalle, e incluso se ha empezado a analizar qué reglas sirven para qué desempeño.

Pero esto resulta muy difícil de entender en México, porque implica reconocer que nos hemos equivocado flagrantemente en este renglón. Resulta que nuestras reglas sociales son totalmente opuestas al crecimiento económico, es decir, a la generación de riqueza. Construimos una sociedad que sólo puede producir pobreza, y ahora nos sorprendemos de que haya tantos pobres y seamos tan desiguales.

Las reglas de nuestra sociedad privilegian el comportamiento colectivo que busca redistribuir la riqueza, no el comportamiento individual que busca crearla. El régimen de la Revolución se construyó sobre grandes grupos organizados que recibían privilegios del gobierno. Pero todo privilegio es una redistribución de riqueza. Así, cuando un sindicato obtenía alguna prestación, lo que estaba ocurriendo era una transferencia de riqueza de los consumidores a los trabajadores. Cuando una organización de empresarios obtenía una prebenda, digamos un arancel especial, era nuevamente una transferencia de riqueza de los consumidores, ahora a los empresarios. Peor, el bajo pago de impuestos, tanto de trabajadores como de empresarios, implicaba también quitarle riqueza a los mexicanos, en la forma de bienes públicos más escasos o de menor calidad. Más recientemente, se ha dado privilegios a grupos organizados de informales, sean vendedores, taxistas o invasores de tierras. Siempre a costa del resto de la sociedad.

La pobreza y desigualdad en México son resultado de las reglas de nuestra sociedad. Toda sociedad premoderna es desigual y con gran pobreza. Pero mientras la mayor parte del mundo ha ingresado en la modernidad, y gracias a ello ha reducido su pobreza y moderado su desigualdad, nosotros nos negamos a ello. No sólo México, América Latina entera. Por eso este continente es el más desigual del mundo, junto con África, otro gran espacio de la premodernidad.

Y las reglas se reproducen solas. Se aprenden en la infancia, sólo viendo. Hay personalidades que no pueden acumular conocimiento, decíamos hace unos días. Las reglas de nuestra sociedad producen ese tipo de personalidades: creyentes, repetidores, “borregos” se les decía antes, siempre a la espera de privilegios. Nunca dispuestos a la generación de riqueza.


Powered by ScribeFire.

Competitividad cambiaria - José Luis Calva



La sistemática subvaluación de la moneda china —reflejada en su enorme superávit comercial (de 194 mil 210 millones de dólares en 2006) y en su gigantesco superávit de cuenta corriente (227 mil 210 millones de dólares en ese año)— ha provocado creciente inquietud entre las demás potencias económicas del planeta. De hecho, durante la reunión de ministros de finanzas y banqueros centrales del Grupo de los Siete (Alemania, Canadá, EU, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón), realizada hace unos días en Washington, afloraron una vez más las presiones para que China revalúe su moneda. En su comunicado oficial, el G-7 señaló: “Recibimos con beneplácito la decisión de China de incrementar la flexibilidad de su moneda, pero desde el punto de vista de su creciente superávit de cuenta corriente y su inflación nacional, subrayamos la necesidad de permitir una apreciación acelerada de su tipo de cambio real” (Reuters, 19/X/07). Previamente, en su reunión de abril, el G-7 había declarado “deseable un ajuste de las tasas de cambio, especialmente la de China, para reducir los desequilibrios por cuenta corriente”.

Sin embargo, China no ha mostrado disposición de moverse al ritmo sugerido desde el exterior. Poco antes de la reunión del G-7 en Washington, un funcionario del banco central chino recordó que “China siempre ha tomado la posición —repetida tres días antes por el presidente Hu Jintao— de que se moverá gradualmente y a su propia velocidad sobre las reformas monetarias y económicas” (Reuters, 19/X/07). Este ha sido, ciertamente, un rasgo característico de su estrategia económica desde tiempos de Deng Xiaoping.

De hecho, desde que China abandonó (en julio de 2005) su régimen de paridad fija con el dólar estadounidense (8.28 yuanes por dólar), el yuan apenas se ha apreciado 10% frente al dólar, manteniendo una enorme subvaluación cambiaria que se refleja en su balanza comercial (cuyo superávit alcanzó los 229 mil 168 millones de dólares en el primer semestre de 2007), así como en el superávit de su cuenta corriente (que ascendió a 271 mil 738 mdd en igual periodo).

Ahora bien, para evitar que este torrente de divisas en balance corriente genere un proceso de apreciación acelerada del yuan, China ha aplicado una estrategia de “resistir las presiones alcistas comprando los dólares que entran al país con yuanes, y luego extrayendo los fondos locales del sistema mediante la venta de certificados del banco central, en un proceso denominado esterilización” (R. McGregor, “Aumentan las presiones sobre la moneda china”, página del Financial Times, en EL UNIVERSAL, 30/X/07). Así, China ha conciliado su política de subvaluación cambiaria con una política de bajas tasas de interés internas: su tasa bancaria se ha mantenido constante en 3.33% anual desde 2003 hasta el presente (muy abajo de la estadounidense), apuntalando de este modo su extraordinario coeficiente de inversión (en maquinaria, equipo y construcciones), que supera 40% del PIB. La razón es sencilla: las políticas macroeconómicas de China —a diferencia de México— han estado consistentemente orientadas al crecimiento económico acelerado y sostenido, y no a la estabilidad de precios como objetivo prioritario a ultranza.

De hecho, la sistemática aplicación de una política de subvaluación cambiaria como palanca relevante de la competitividad-precio de sus productos ha sido elemento nodal de la fortaleza económica y la competitividad internacional de China, de manera que desde 1989 hasta el primer semestre de 2007 acumuló un superávit comercial de 954 mil 368.3 mdd, así como un superávit en cuenta corriente de 968 mil 709 mdd. Este es precisamente el indicador estructural de una moneda nacional subvaluada.

En contraste, la política cambiaria en México —desde el llamado Pacto de Solidaridad Económica hasta el presente, con excepción del bienio 1995-1996— ha sido sistemáticamente utilizada como instrumento antiinflacionario, en vez de ser utilizada como palanca relevante de la competitividad-precio de los productos nacionales. En consecuencia, la sobrevaluación del peso ha sido la regla (exceptuando el indicado bienio), de manera que desde 1989 hasta el primer semestre de 2007, México acumuló un déficit de cuenta corriente de 222 mil 805.5 mdd, así como un déficit comercial de 113 mil 289.8 mdd (o de 270 mil 537.1 mdd, si descontamos los ingresos petroleros extraordinarios). Es el signo incuestionable de una moneda sistemáticamente sobrevaluada, como resultado natural de una estrategia macroeco-nómica que erige la estabilidad de precios en objetivo prioritario a ultranza, utilizando el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria.

Con sobrada razón, los fabricantes mexicanos están con los pelos de punta ante el próximo fin de la “Cláusula de Paz”, id est, ante la inminente liberalización completa del comercio con China, pactada en la OMC para diciembre de este año. Pero lo que no saben es que el remedio —para éste y otros males— lo tenemos en casa: utilizar la política cambiaria como instrumento de la competitividad-precio de los productos nacionales y, en consecuencia, como palanca del crecimiento acelerado y sostenido del producto nacional y del empleo.


Powered by ScribeFire.