martes, 25 de diciembre de 2007

“Extraño a mi viejo; ya festejaremos en el cielo”

Aquella mañana de mayo, ella, Paulina Ramón se despertó temprano. Le extrañó que Juan Rojas, su marido, siguiera dormido. Decidió dejarlo acostado en la cama, en realidad cartones sobrepuestos, pues, pensó, él estaba cansado. Además, en los últimos días no se había sentido bien.

La anciana salió de su casa, si así se le podía llamar a ese breve espacio de muros y techos de plástico en la calle Balderas, muy cerca de avenida Juárez. Como lo acostumbraba, barrió la banqueta, recogió la basura y la puso en un bote. Cuando retornó al lado de su esposo, se percató de que no se había movido. Le habló primero en voz baja, luego más fuerte. Lo agitó. Imposible. Él ya se había marchado.

“Pues sí, se me murió mi viejo. Yo no sé si de enfermedad, o de eso, de viejo que estaba como yo, o que de plano se cansó o se aburrió y prefirió largarse al cielo”, dice.

Paulina Ramón se ha quedado sola. Fueron muchos años los que vivió con Juan Rojas. Él había nacido en 1913, ella no sabe cuándo. Nunca tuvo papeles. Un amor que cobró vida en 1939 en Santa Rosa, municipio de El Oro, en el estado de México.

Era una muchacha bonita. Morena y de ojos verdes, menuda. Tenía muchos pretendientes. Él era minero. Todos los días se metía a las entrañas de la tierra, más de 200 metros.

“Además de prieto, y de que llevaba la cara renegrida, aquel, ya de por sí estaba feo. Pero supo tratarme bonito, supo engañarme, así me conquistó”, recuerda al tiempo que ofrece una mandarina de las que intenta vender.

El Oro. La cosecha era buena. Haba, frijol, maíz. Pero algo pasó, dejó de llover. Y dejaron de producir. En 1950, Paulina y Juan se vinieron a la ciudad de México. No conocían a nadie. Alquilaron un cuartito por el rumbo de San Lázaro y pusieron un puesto de frutas.

Nacieron los hijos. Crecieron. Uno se casó y se llevó a vivir a su esposa con sus padres. Se apropió del terreno que ellos habían comprado, los corrió.

“Pero yo lo sigo diciendo, nunca le guardamos rencor. Lo perdoné. Es un cabrón pero es mi hijo. Y le pido a Dios que sus hijos no le hagan lo mismo”, dice.

Una larga historia. Ella y él consiguieron en renta otro pequeño cuarto en una casa que a los pocos meses se derrumbó de lo vieja que estaba. Y llegaron a la plaza de la Solidaridad. Ahí instalaron otro puesto. Y una noche se quedaron a dormir entre los plásticos y cartones. Y siguió otra, y otra. Ahí permanecieron. Ese era su hogar. Eran vecinos de una de las obras magnas de Diego Rivera: Sueño de una tarde dominical en la Alameda. Y tenían a sus amigos, la gente que todos los días va a jugar ajedrez.

Y por ahí pasaba la mujer que por las noches alquilaba su cuerpo. En una Navidad les regaló un pollo rostizado.

Ella, él, su historia. Y ahí continuaron. Juntos. Ahí pasaron más noches. Ahí compartieron sus recuerdos de esas tierras que alguna vez fueron pródigas. Hasta que una mañana de mayo ella despertó pero él ya no.

“Poco después me corrieron. Y ya no hubo quien me defendiera. Ahora ya estoy por Neza. Ahí me prestaron un pedacito de aire y de piso, y yo le puse mis plásticos” dice Paulina.

Y la noche de este lunes será la primera en mucho tiempo en la que no esté con él. No sabe si tendrá cena. No le importa. “Sí, extraño a mi viejo. Me va a hacer mucha falta. Quien quita y una mañana me quede dormida para siempre. Y entonces sí, para el año que entra hacemos la Navidad juntos en un cuartito allá en el cielo”.

martes, 11 de diciembre de 2007

La promesa - Rosarrio Ibarra




Muy temprano en la mañana del día 8, sentada en mi modesta sala, rodeada por la semipenumbra del amanecer, pensaba en mi madre. Era el día de su santo y no pude viajar a Monterrey a dejar unas flores sobre su tumba, como en otros años lo he hecho, porque múltiples tareas me lo impidieron... Una enorme tristeza se aposentó en mi mente, me resigné a quedarme y fui repasando una a una las quejas de amargura infinita que había recibido durante la semana y que, como parte de mi trabajo, estaba obligada a atender.

Una vez terminada la lectura de aquellas acerbas misivas, cuando los rayos tempraneros del sol dibujaban arabescos en la alfombra, alcé la vista para recorrer las fotografías que enriquecen las paredes de mi casa: mis padres, mis hijos y mis nietos, mis abuelos también, entre los que destaca mi abuela Adelaida, la única que conocí y a la que quise tanto...

En esa colección maravillosa de los que quiero hay fotografías recientes y otras muchas de antaño, desvaídas, pero cargadas de recuerdos de afecto a compañeros y amigos entrañables. Se detuvo mi vista en una que —si mal no recuerdo— fue tomada en 1936, en la que me veo de nueve años, al lado de la maestra de declamación, junto a niñas y jóvenes con bellos atuendos, serias y solemnes, y se fue mi memoria a aquella mañana de primavera en Monterrey, cuando, en recuerdo de un recital, la maestra María Garza nos llevó a que se tomara esa fotografía. Y vaya si sirvió para guardarlo en la memoria... nunca he olvidado a ninguna, recuerdo todos sus nombres y apellidos con un sentimiento lleno de ternura.

Entre todas se alzó el recuerdo de Irma Salinas Rocha, que debe haber tenido en esa fecha 15 años y a quien yo, desde mi minúscula humanidad, solía ver como una muñeca gigantesca. Aunque la foto es en blanco y negro, recuerdo su vestido de encaje color verde Nilo, su cabello rubio ensortijado y sus grandes ojos que se me antojaban canicas de vidrio. ¡Cómo reía muchos años después cuando le platicaba todo esto!

La pasada mañana del día 8, pensé mucho en ella porque uno de sus nietos me dijo hace poco que estaba enferma y hoy que escribo estas líneas me enteré de que esa mañana en la que tanto la recordé murió... ¡Adiós, amiga! Adiós, admirada, respetada y querida amiga. Hoy he recordado mucho de lo que hablamos y compartimos. Recordé el día en que me dijiste que te sentiste emocionada por lo que escribí cuando murió el ingeniero Clouthier y me pediste que escribiera también cuando murieras. Te dije que sí, pero que si yo me iba primero, tu escribirías en mi memoria... “¡Sale!” —dijiste— y sellamos la promesa con un abrazo.

Partiste antes que yo por ese sendero que no tiene retorno, pero dejaste huellas que no se borran. Dejas el recuerdo de tu belleza interior que superaba la que por fuera los años respetaron. Contagiabas tu alegría de vivir; repartías el don de tu sencillez y prodigabas solidaridad a manos llenas. Como todo ser humano bello y generoso, despertaste envidias, incomprensiones y recelos.

Hubo quienes no entendieron que tenías el espíritu libre de ataduras y convencionalismos.. ¡Dichosa tú que fuiste así! Pobres mediocres los que no pueden serlo. Amaste a tus hijos por sobre todas las cosas y comprendiste mi pena cuando me arrebataron al mío. Aunque no nos viéramos seguido, tu amistad se mantenía firme, sabías muy bien que el cariño no muere en la lejanía como no pocos piensan.

Fuiste de las primeras en llegar a verme cuando murió mi esposo y aun en ese triste momento compartimos la alegría de vernos juntas, porque ambas sabemos que la muerte para algunos es el olvido, pero que para nosotras es el recuerdo de las alegrías que sepamos sembrar y de la prodigalidad de nuestras buenas acciones. Allí, ella me dijo que mi esposo, ella lo sabía, era un buen médico y mejor ser humano... No se equivocaba; por eso, aun allí, pudimos sentir alegría.

Hoy, igual que entonces, se ha ido disipando mi tristeza porque estoy segura de que tu bondad llenará tu ausencia de amables recuerdos. Tu memoria permanecerá altiva y enhiesta como el cerro de la Silla o la cordillera de la Sierra Madre que tanto amaste... y quiero que sepan tú y los que te aman que estas mal pergeñadas palabras brotan del raudal de recuerdos amables de nuestra amistad y no lo hago por la promesa.


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jueves, 22 de noviembre de 2007

Cinco lustros después…




Cinco lustros después se abre el telón sobre los secretos guardados bajo siete llaves en torno a la nacionalización, estatización o expropiación de la banca comercial privada, anunciada a golpe de lágrima durante el sexto informe del ex presidente José López Portillo

Se sabe, por ejemplo, que en el preámbulo del golpazo en la mesa, el ex Ejecutivo intentó desnudar a los sacadólares cuya acción corrosiva provocaba una y otra devaluaciones, topándose con la sorpresa de que la mayoría eran políticos. Más aún, integrantes de su gabinete.

“Esta relación —recuerda Gustavo Romero Kolbeck, quien fuera director general del Banco de México en los aciagos meses de 1982— contenía una larga lista de personas, algunas bien conocidas en el medio político, lo que detonó el enojo del mandatario…”

En el clímax de la ira, el ex mandatario conocido como Jolopo sentenciaría: “Va usted a ver que nos las van a pagar, y usted será el que les pida cuentas”.

Lo interesante del caso es que habiéndole pedido el gobierno los nombres a los banqueros Agustín F. Legorreta y Manuel Espinosa Yglesias, a contrapelo del secreto bancario, el único que accedió a regañadientes, fue éste, a lo sazón presidente de Bancomer.

La condición fue que la lista la recogiera de su escritorio algún funcionario de la Comisión Nacional Bancaria… en su ausencia.

Más adelante –señala el mismo Romero Kolbeck-, López Portillo intentaría lo inaudito: ¡revaluar 50% al peso!, en un escenario en que Alfredo Phillips Olmedo planteaba dos saltos hacia atrás de 25% cada uno.

La instrucción fue desoída por el funcionario, lo que le costó la chamba: “No, muy mal, mire Gustavo, así no me sirve usted para nada”.

En el escenario de crispaciones que vivía el país, recuerda el entonces presidente de la Coparmex, José María Basagoiti, en una ocasión López Portillo citó al pleno de la dirigencia empresarial en el salón López Mateos de Los Pinos, lanzándoles una filípica de antología. Los calificativos volaban en las paredes.

Al término del evento, el Estado Mayor Presidencial les comunicó a los principales líderes el deseo del Presidente de la República de verlos en su despacho, donde los aguardaba un López Portillo diametralmente opuesto, se diría sonriente.

Basagoiti salió al paso: —Señor presidente, ¿usted cree que después de cómo se ha dirigido a nosotros nos quede algo de liderazgo?”.

—¿Pues yo qué dije?

El caso es que el Ejecutivo mandó traer la versión estenográfica de su discurso para recordar lo dicho… mandando censurar la versión oficial. En el camino, el ex director general del Bank of America, José Carral, recuerda que un grupo de accionistas de Bancomer le ofreció a éste venderle la intermediaria. Más aún, había una carta manuscrita de Manuel Espinosa Yglesias dirigida al presidente de la instancia estadounidense con larga presencia en México, Tom Closen, quien llevó el asunto al Consejo de Administración.

De haberse dado la operación Bancomer se habría salvado de la nacionalización. El hecho es que en una asamblea extraordinaria el Bank of America rechazaría la posibilidad, pese a la opinión favorable de su presidente.

Lo inaudito del asunto es que el primero de septiembre de 1982, cuando llegó aquella famosa frase de “ya nos saquearon; no nos volverán a saquear”, el presidente de Banamex, Agustín F. Legorreta Chauvet no estaba en México.

Lo había enviado, ¡válgame Dios!, el presidente José López Portillo a los principales centros financieros de Nueva York, Londres, París, Frankfourt, ¡para semblantear la posibilidad de una posible moratoria de la deuda!

“En esos días –recuerda el banquero-, jamás me había imaginado la maquinación que llevaban a cabo José Andrés De Oteyza y Carlos Tello Macías con los López Portillo, padre e hijo…”.

Ahora que en la víspera del día D tampoco sabía nada el entonces secretario de Hacienda, Jesús Silva-Herzog.

“El lunes 30 de agosto se celebró el quinto aniversario del Banco Obrero. Me senté a la derecha del señor presidente. Lo encontraba de muy buen humor. Se le veía descansado. Fue cordial conmigo. Salí desconcertado. Me fui con la idea de que no habría nacionalización”.

“La razón por la cual López Portillo no involucró a otros miembros de su gabinete —recuerda a su vez José Ramón López Portillo—, fue que muchos de ellos anteriormente habían ocultado y falseado información e, incluso, habían actuado sin el conocimiento del Presidente. Éste perdió la confianza en ellos”.

Consumado el golpe de fuerza, recuerda el ex presidente Miguel De la Madrid Hurtado, la iniciativa privada empezó a promover un acercamiento real con el PAN, entregándole a ese partido mensualidades de 12 millones de pesos.

“También —agrega— están usando el amarillismo como forma alternativa de ataque, exagerando los problemas de seguridad o la guerra declarada contra los ex funcionarios, concretamente contra López Portillo y sus allegados”.

Las versiones de los protagonistas del episodio que para algunos abrió un parteaguas en el país, están en un libro que se presenta esta mañana en un hotel capitalino: “La nacionalización de la banca, 25 años después”.

El patrocinio de la obra en dos tomos fue del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, que encabeza Amparo Espinosa Rugacía.

Las telas y entretelas del poder en un capítulo aún polémico.


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martes, 20 de noviembre de 2007

Rumbo al Cenenario del engaño - Macario Schettino




Celebramos mañana 97 años del le-vantamiento de Francisco I. Madero. Es la fecha oficial para recordar eso que llamamos Revolución Mexicana, algo que ocurrió a partir del 20 de noviembre de 1910. En nuestra mitología oficial, se trató de un movimiento del pueblo en contra de sus explotadores, extranjeros muchos de ellos, y de su testaferro y abominable dictador, Porfirio Díaz. Obreros y campesinos, unidos, dirigidos por prohombres como Francisco Villa, Emiliano Zapata, Álvaro Obregón y Venustiano Carranza, lograron terminar la obra iniciada por Madero y sentaron las bases para que, un cuarto de siglo después, Lázaro Cárdenas llevara al clímax este proceso de liberación, nacionalizando la industria petrolera.

En los 50 años que siguieron a esa fecha gloriosa, sin embargo, algo no resultó como debiera. Aunque la retórica oficial siguió siendo la misma, nunca se reflejó en hechos. Ni hubo un presupuesto importante destinado a mejorar la situación de la mayoría de los mexicanos, ni se construyó infraestructura excepcional. No ocurrió nada. Al cerrar el siglo XX, México no había crecido más que el resto del mundo, no habíamos mejorado nuestros indicadores sociales más que el promedio de América Latina, y no teníamos un país de ciudadanos.

Estamos frente a uno de los mayores engaños de la historia, sin duda. La Revolución Mexicana, así como la describía la mitología oficial, jamás ocurrió. No hubo obreros, ni campesinos en las revueltas, por muchos años. No se trató de un levantamiento general contra nadie en particular. Cuando Díaz renuncia a la Presidencia, se rompen las estructuras que dependían de él para mantener el control político, y cientos y miles de pequeñas venganzas, de conflictos personales, de simple bandolerismo, producen lo que entonces se llamó la bola, y años después la Revolución Mexicana.

La interpretación del desorden que siguió a la salida de Díaz, que da un carácter heroico a la guerra civil, inicia con el gobierno de Obregón y culmina con Lázaro Cárdenas. Se construye una explicación que da a los gobiernos emanados de la Revolución una legitimidad basada en su carácter de vanguardia popular. El Nacionalismo Revolucionario, enseñado a las mayorías gracias a los muralistas y artistas gráficos, se convierte en la creencia básica de los mexicanos. Cualquier duda o crítica es rápidamente calificada de reaccionaria y descalificada. Como ocurriría años después en otras partes, “dentro de la Revolución, todo; fuera de la Revolución, nada”.

Hoy sabemos que no hubo crisis económica antes de la Revolución, sino como resultado de ella. Sabemos que los obreros no fueron partícipes de la Revolución, aunque la aprovecharon para lograr avances laborales. Sabemos que las revueltas agrarias son un efecto de la Revolución, no su causa. Lo que hoy sabemos destruye el mito del porfiriato al mismo tiempo que el de la Revolución. Porque si ésta no tuvo sentido, entonces el otro no fue tan malo.

Aprovechar el centenario para destruir el mito de la Revolución puede ser muy provechoso para México. Buena parte de las decisiones que debemos tomar como país en estos días se detienen porque van contra ese conjunto de creencias. Nuestra idea del país está seriamente dañada con el mito revolucionario. Queremos seguir creyendo que la Revolución hizo bien al país, cuando no fue así. El costo del periodo violento, pero sobre todo el costo del régimen anacrónico que resultó, puede significar hasta tres veces el ingreso que hoy tenemos. Durante el porfiriato, México tenía un ingreso por habitante mayor que Japón, y crecía más. Al final del siglo XX, el ingreso por habitante en Japón es cuatro veces mayor. Eso costó, y sigue costando, la colección de mitos que nos impide modernizarnos.

El siglo pasado, aprendimos en la escuela no lo que necesitábamos para competir, sino los mitos que el régimen necesitaba para sostenerse. Construimos una sociedad que no generaba riqueza, sino que sólo la distribuía, también para sostener a ese régimen. Si hoy nos acabamos el petróleo, si hoy tenemos prebendas sindicales impagables, si tenemos un esquema fiscal insostenible, si nuestros hijos no pueden hacer nada más que “seguir instrucciones simples”, se lo debemos a la Revolución.

El centenario no debe ser un festejo, sino una liberación. Liberarnos del mito nos permitirá construir un país democrático, competitivo y justo.


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El futuro de AMLO - Leonardo Curzio




AMLO es un buen lector de temas políticos y sabe que la gran enseñanza de Churchill es que siempre hay vida después de las grandes crisis y que una vez que se serenen los ánimos, se hagan algunas modificaciones (Churchill cambió varias veces de partido a lo largo de su trayectoria) y el contexto vuelva a ser propicio, un político al que se daba por muerto, puede resurgir. AMLO ha pasado el peor año de su vida. Tras perder las elecciones no ha encontrado consuelo ni ubicación; sus decisiones han sido polémicas y su negativa a aceptar su propia responsabilidad en su derrota lo han llevado a circular por la ruta del autoengaño y ha preferido seguir nutriendo la mitología del fraude, ahora hasta en las pantallas del cine, en lugar de aceptar que las elecciones fueron en efecto un asco al que él mismo contribuyó con singular dedicación.

Sus partidarios pasan como sobre ascuas sobre las elecciones en el DF, que no pasan una prueba de pureza, su gasto en televisión con programa propio incluido, su apoyo a la ley Televisa y sus alianzas con sectores que despiertan la más amplia desconfianza, son cosas que le restan autoridad moral para formarse en la fila de los puros. Su lugar está en la fila de los que deben entonar la autocrítica y aportar soluciones.

No veo cómo rodearse de un séquito de politicastros que practican el mexicanísimo servilismo (magníficamente descrito en una novela de Álvaro Uribe sobre el atentado a Porfirio Díaz) pueda considerase algo benéfico para un líder que quiere cambiar el país. AMLO sabe, y lo sabe bien, que hoy representa un problema para un sector importante de su partido y especialmente para Marcelo Ebrard al que se empeña en presentar como su subordinado, como en su momento lo hizo con Alejandro Encinas, un político con un talante conciliador y afable, a quien restó autoridad en su función de jefe de Gobierno. Disminuir la fuerza de sus mejores hombres para reforzar la noroñización de la izquierda es dramático. La izquierda necesita más Ebrard y más Encinas y menos sospechosas alianzas con radicales irredentos.

El tabasqueño no ignora que las horas bajas de hoy pueden ser las horas altas del mañana, que los buenos números de Calderón algún día cambiarán y que él puede estar allí esperando para atrapar a los “desencantados”. El punto débil de su estrategia, me parece, es que su apuesta principal es que al país le vaya mal y ese es un grave error. En Tabasco habrá que ver cómo quedan las cuentas, pero es difícil —incluso a sus más leales— negar que pretenda lucrar políticamente con la desgracia. Por otro lado, mientras más duro se plantee el escenario económico, la izquierda reduce paradójicamente sus posibilidades de llegar al poder por la enorme desconfianza que supone su manejo económico y su cada vez peor disimulado prejuicio antiempresarial. ¡Qué alto se está poniendo a sí mismo el listón para regresar al centro político y presentarse como un reformista proclive a proteger a los más débiles!

No creo que AMLO sea un vividor de la política. Cree firmemente en sus ideas, pero no se ha percatado de que desde hace más de dos años es otro. Ha cambiado tanto de talante, formas y actitud que su firmeza se emparentó con la obstinación. El agudo político que algún día fue no ha vuelto, su personalidad sigue dominada por el veleidoso líder electoral que se mostró entre el 2005 y 2006. Yo creo que AMLO se merece un reencuentro consigo mismo, pero mientras esté rodeado de serviles y oportunistas veo difícil que el tabasqueño comprometido con su país, exorcice al presidente que no es.


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martes, 13 de noviembre de 2007

Tabasco: vuelve la guerra AMLO-Calderón


Sin dejar de lado las acusaciones contra ex gobernadores del PRI, como
Roberto Madrazo y Manuel Andrade, las baterías perredistas estarán más
enfocadas a movilizar a los tabasqueños contra dependencias federales

La
tragedia de Tabasco será el pretexto para que dos conocidos enemigos se
enfrenten de nuevo en la batalla política. Conforme desciende el nivel
de las aguas, junto a toda la podredumbre, el lucro político sale a
flote entre los saldos de la inundación. Y la figura de Andrés Manuel
López Obrador aparecerá en escena para encabezar una movilización
popular que buscará ajustar cuentas al gobierno de Felipe Calderón y
exigir castigo a los responsables de que la vida de muchos tabasqueños
se haya arruinado.

Viene la contabilidad de los platos
rotos y el PRD, azuzado por AMLO, decidió irse “con todo” sobre
Tabasco. Ayer iniciaron una operación política en el estado que busca
encabezar los reclamos populares para que se investigue si hubo fallas
y negligencias detrás del desastre y se finque responsabilidad civil a
los culpables. La decisión la tomó el fin de semana la cúpula nacional
perredista y, según afirman, en este lance hasta Los Chuchos
—adversarios internos de López Obrador en la disputa por el partido—
apoyarán la que se definió como “una causa de partido”.

A
diferencia de su desafortunada aparición del 4 de noviembre, donde
calculó mal los tiempos y se lanzó solo, López Obrador lleva ahora toda
una batería perredista y una estrategia enfocada a exigirle al gobierno
federal que responda con indemnizaciones a la inmensa mayoría de
tabasqueños que perdieron su patrimonio y no tienen un seguro que los
cubra.

Sin dejar de lado las acusaciones contra ex
gobernadores del PRI, como Roberto Madrazo y Manuel Andrade, las
baterías perredistas estarán más enfocadas a movilizar a los
tabasqueños contra dependencias federales como Pemex, la Comisión
Federal de Electricidad, Conagua y otras. Los argumentos irán desde la
incompleta realización de obras hidráulicas hasta el manejo
irresponsable de caudales en la cuenca del Grijalva o el incumplimiento
de compromisos ambientales por paraestatales.

El cálculo
de López Obrador se basa en datos que arrojan las encuestas: en Tabasco
el único que sale bien librado en la evaluación popular tras la
tragedia es el gobernador Andrés Granier. En el caso del presidente
Calderón, aun con el despliegue humano y de recursos de su gobierno y
de la constante promoción del apoyo a los tabasqueños, las encuestas no
muestran un repunte de la imagen presidencial, que no capitaliza aún su
intervención oportuna en la tragedia.

Los perredistas
encabezados por AMLO iniciaron ayer mismo las protestas con una
manifestación en las afueras del Congreso local tabasqueño, adonde el
gobernador Granier acudió a entregar su primer informe de gobierno.

El
esquema de movilización repetirá las experiencias de organización de
víctimas que se ha dado en otras tragedias. Desde el sismo de 1985 en
la ciudad de México, que permitió el surgimiento de figuras perredistas
como René Bejarano y Dolores Padierna, hasta las explosiones del
drenaje en Guadalajara en 1992, donde ya actuó el PRD y algunos
dirigentes de las víctimas hoy son cuadros perredistas.

Uno
de los argumentos que explotará la estrategia del PRD es el contraste
entre la respuesta que el gobierno federal dio a las afectaciones del
huracán Wilma en Cancún, en octubre de 2005, y la atención en Tabasco,
donde el flujo de recursos y la rapidez de las dependencias federales
para restablecer servicios básicos no ha sido la misma. Para eso, los
perredistas aprovecharán la vinculación entre ambos lugares porque
parte de la migración de los tabasqueños se da hacia Cancún.

Un
factor que hace la diferencia, y no depende del gobierno, es que en el
destino turístico el pronto restablecimiento de la normalidad tuvo que
ver también con la amplia cobertura de seguros contratados en hoteles y
negocios que llegaba a 80% de los afectados, mientras en Tabasco la
cifra de asegurados apenas alcanza a 20%.

En el fondo, en
Tabasco veremos sólo una reedición de la guerra entre el presidente
Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador. Porque si bien Calderón
actuó a tiempo y demostró sensibilidad en Tabasco, también es claro que
además de la magnitud de la desgracia, en la actuación presidencial
había un cálculo secundario: legitimar al titular del Ejecutivo en la
tierra de AMLO y lograr algo así como una “expropiación política”.

Calderón
ha dicho que Tabasco y Villahermosa serán reconstruidos “cueste lo que
cueste”. Más vale que su gobierno se prepare con recursos
extraordinarios y vaya etiquetando sus millonarios excedentes
petroleros; porque con la dimensión de las pérdidas y la agitación
social que encabezará su enemigo político, podría no haber fondo que
alcance.

Ya empezaron a bajar las aguas en Tabasco. Y con
la podredumbre, entre las culebras y demás fauna nociva que amenaza a
los habitantes, vienen los políticos y sus batallas.

Notas
indiscretas... Todavía no cumple ni dos meses en el cargo y Agustín
Basave ya logró descomponer los avances y la marcha que traía la
comisión ejecutiva para la reforma del Estado (CENCA). El ritmo que
traía ese organismo con la aprobación de la reforma electoral se ha
frenado porque la secretaría técnica que encabeza Basave descuida la
operación política, el cabildeo y la comunicación entre partidos. Una
prueba se dio el miércoles de la semana pasada, al reunirse el grupo de
trabajo que analiza la reforma judicial. Las diferencias entre
diputados, senadores y asesores surgieron por la redacción del acta de
la sesión anterior y terminaron por reproches, acusaciones y quejas
entre priístas, panistas y perredistas. Porfirio Muñoz Ledo y Emilio
Rabasa, asesores de la CENCA, le reclamaron a César Camacho, presidente
del grupo, por el contenido del acta y a partir de ahí todo fueron
desencuentros. Camacho se molestó y le dio instrucciones a Basave para
que cuidara la redacción de las actas de acuerdo con la versión
estenográfica. Luego vino el senador Alejandro González Alcocer, quien
se quejó de ataques de los diputados a su trabajo. Los enfrentamientos
y desacuerdos en la CENCA reflejan la falta de información previa y
cabildeo entre los legisladores, que debiera hacer Basave en vez de
estar preocupado por ocupar las plazas y contratar a sus amigos. Tal
vez por eso hace unos días a Agustín se le vio desayunando con José
Woldenberg, a quien debió pedirle consejo. Pero por lo que se ve poco
caso le ha hecho… Con el ex senador Manuel Bartlett a la cabeza,
empieza a tomar forma la “resistencia” en el PRI a una iniciativa de
Calderón que plantea la privatización en Pemex y la CFE. Un amplio
grupo de priístas ex legisladores, han tenido reuniones en las que se
acusa a Manlio Fabio Beltrones y a Francisco Labastida de que “están
coqueteando con la propuesta privatizadora de Calderón”… Capicúa de los
dados. Cayó la primera serpiente.



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