miércoles, 3 de octubre de 2007

Borregos, payasos y cacomixtles - Alejandro Gertz Manero

Aunque nos duela, debemos reconocer que nuestro componente social se integra con una gran mayoría de ovejas que se dejan llevar a cuanto desfiladero las convocan los flautistas de Hamelin, que les llenan sus orejitas de dulces promesas, pero sobre todo de suculentos y morbosos escándalos, bajo las normas del show business y de las inefables soap operas de la televisión estadounidense y de sus hijas putativas, las sacrosantas telenovelas nacionales, en las que viven sus fantasías un buen número de fodongas y fodongos, que secreta o abiertamente las disfrutan a diario.

Creer que somos un pueblo bicicletero o una democracia de chisguete es una visión miope y parcial, pues lo que realmente hemos construido es un espectáculo grotesco en el que un pequeño y selecto grupo de cacomixtles (animal depredador autóctono de uñas largas y gran cola esponjada, causa destrozos en corrales y palomares, es muy sagaz y sabe escapar con facilidad: Enciclopedia de México, tomo 9, página 9), “machos y hembras” han contratado a varias trouppes de payasos, curvilíneas vedetes y merolicos mediáticos para enajenar con ellos a la numerosa borregada que flota entre las telenovelas políticas y su minúsculo y efímero machismo de incidente de tránsito, de borrachera conmemorativa o de linchamiento tumultuario y futbolero, que finalmente acaba sometiéndose a sus depredadores, que lo mismo aprietan y sangran por un lado que distraen y fantasean por el otro.

En ese gran “teatro” mediático lo importante no es hacer, sino prometer y exagerar, y sobre todo saber “cantar”, pues el espectáculo requiere sacar al aire un capítulo diario que exhiba en vivo y en directo lo mismo a la “reina del sur” que al “villano aceitoso” o algún otro “megaoso”, para que el respetable se distraiga y alimente sus más secretas fantasías eróticas, dejando de pensar en el asalto nuestro de cada día, en el asedio de las drogas, la extorsión telefónica o el levantón criminal, que deben quedar sepultados por algún striptease político, en el que el histrión en turno esté dispuesto a ponerse en ridículo a cambio de esa paradójica “popularidad” con la que alimenta su disminuida autoestima o sus verdaderas intenciones.

En ese ambiente del espectáculo los cacomixtles aparecen poco, pero reclaman mucho de un pastel que cada día se hace más chiquito de tanto mordisco y tanto agandaye; y en razón de ello, esas bestias depredadoras, con sus amarillos y careados colmillos, se lanzan zarpazos aniquilantes en su lucha por repartirse el disminuido botín nacional, del que sólo será dueño el que se apodere de las mentecitas enajenadas de la borregada; y para eso se necesitan los payasos las voluptuosas vedetes y los “jilgueros enchayotados”.

Lo que nadie quiere ver es que ese teatrito se está cayendo, ya que detrás de su escenografía tan aparatosa se empiezan a ver las paredes cuarteadas del fracaso y los pisos hundidos de la mentira, y cuando esto se agudice, los payasos, las divas y los “enchayotados” saldrán corriendo mientras se quitan el maquillaje y avientan los pantalonzotes de pirrín, para convertirse en tristes y grotescos despojos, que sólo supieron venderse a cambio de migajas.

En ese momento, cuando el petróleo ya no alcance para pagar a la trouppe y para alimentar a las manadas de ovejitas, y nuestros migrantes regresen o ya no sean fuente óptima de divisas, y también cuando los dueños del narco hayan convertido a las nuevas generaciones en legiones de zombis autodestructivos, entonces tendremos que apagar la “tele” y salir a rescatar lo que haya quedado del país después de esta juerga mediática, en la que serán perdedores las ovejas, los “jilgueros”, los payasos, las musas y hasta los cacomixtles; para lo cual ya falta poco tiempo.


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